martes, 28 de abril de 2009

Solución Problema Currículas Cisco CCNA y Visualización con Flash Player

Muchos están teniendo problemas para visualizar las currículas CCNA 4.0 Discovery y Exploration debido a la configuración de seguridad del Flash Player en algunas versiones de los navegadores, sucede tanto en IE como en Firefox. Este problema no es nuevo, ya ocurría a veces con la versión de la currícula CCNA 3.1.

Solución Problema de Visualización Currícula CCNA 4.0 en Internet Explorer

El problema de visualización de las Currículas CCNA 4.0 Discovery y Exploration se da en la mayoría de los casos con usuarios de Internet Explorer 7 que les abre el index pero no pueden acceder a los capítulos. Una de las soluciones que encontré es instalar Multiple IEs. Este programa instala las versiones viejas de IE que necesitemos (IE3, IE4.01, IE5, IE5.5 e IE6). Si utilizan IE 7 y están teniendo este problema, instalen la versión de IE5, IE5.5 e IE6, actualicen el Flash Player y abran la currícula con alguno de los nuevos IE instalados desde: "Archivo / Abrir / Examinar / y la ruta donde hayan instalado la currícula".

Descargar: Multiple IEs

Solución Problema de Visualización Currícula CCNA 4.0 en Firefox e IExplorer

Esta solución se viene arrastrando desde el problema de visualización de la currúcla CCNA 3.1 y consiste en modificar la configuración del Flash Player. Para visualizar las currrículas CCNA 4.0 Discovery y Exploration, si no les funciono la solución para IE, deben instalar Firefox (también les dejo el Firefox Portable por si no son muy adeptos al zorrito), instalar el Flash Player y modificar la configuración del Flash Player siguiendo estos pasos:

1- Ingresen a este link y les va a aparecer esto:










2-Marcamos en "Permitir siempre", vayan a la pestaña "Editar..." y luego a "Agregar".

3- Les va a aparecer el siguiente cuadro, ingresan a "Buscar carpeta..." y seleccionen la carpeta donde esta instalada la currícula. Si tienen instalada más de una, hagan lo mismo con cada carpeta de cada currícula.

4- Les debe quedar como el siguiente gráfico. Cierran Firefox, lo vuelven a abrir y van a "Archivo / Abrir archivo", buscan la ubicación donde instalaron la currícula, abren el archivo .html y listo.


Nota: Esta solución para Firefox anda dando vuelta por muchos foros y está basada en la solución de la currícula 3.1. Yo no la pude probar porque Firefox con solo actualizar el plugin de Flash me la abre perferctamente la currícula. Haganmé saber si les funcionó. Gracias.


FUENTE: http://cursotallers.blogspot.com/2008/06/solucin-problema-currculas-cisco-ccna.html

martes, 21 de abril de 2009

LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION

www.planetalibro.com.ar
Los protocolos de los sabios de Sión
Sergei Nilus
Introducción
Los protocolos de los sabios de Sión es un documento que pone en evidencia el plan de
dominación mundial por parte de los judíos. Hubo numerosos debates sobre el origen de
este documento. Varios expertos concuerdan en que fueron creados en 1897, en el
primer congreso sionista celebrado en Basilea. Otros afirman que se crearon en una
sesión secreta de sabios judíos que se había efectuado por aquella época. No es cuestión
de creer ciegamente, sino ver y corroborar si la intención del sionismo por dominar al
mundo se repite en todas las épocas y en todos los países del mundo. Los protocolos de
los sabios de sion están divididos en 24 partes o protocolos.
Es importante antes conocer el significado de algunos términos usados en este
documento:
Goim: (singular:goy) palabra hebrea que se usa en forma despectiva para referirse a los
gentiles (los no judíos) y que significa ganado.
Sionismo: movimiento mundial para el avance y cuidado de los intereses políticoeconómicos
de los judíos.
Gentiles: (ver goim).
Masonería: en la actualidad son sociedades secretas que trabajan misteriosamente en la
sombra, empleando toda clase de artimañas subterráneas. En su mayor parte estas
organizaciones están integradas por los judíos, tanto en la cúpula como en sus distintas
jerarquías o grados.
Francmasonería: organización aristocrática dentro de la masonería, la cual es rica y
poderosa. Esta protegida por los soberanos, y cuyos miembros son admitidos en la
corporación luego de una iniciación, seguida de pruebas morales y físicas. Esta secta
tiene la discrecionalidad de eliminar secreta o públicamente a quienes no consideran
aptos.
Protocolo I
El derecho de la fuerza. La libertad no es más que una idea. El libre pensamiento. Oro,
religión, independencia. El enemigo interior. La multitud, la anarquía. La política y la
moral. El derecho del más fuerte. El poder judío-masónico es invencible. El fin justifica
los medios. La muchedumbre es ciega. El alfabeto político. Principios y bases del
gobierno judío-masónico. Libertad, igualdad y fraternidad. La aristocracia nueva.
Calculo psicológico.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Hablemos con franqueza, debatiendo el sentido de cada idea y haciendo resaltar por
comparaciones y deducciones su explicación. De este modo, expondré el concepto de
nuestra política así como la de los goim.
Es de notar como el número de hombres con instintos perversos supera al de aquellos
con instintos nobles. Por tanto, la violencia y la intimidación son preferibles a los
discursos elegantes cuando se trata de gobernar al mundo. Todo hombre aspira al poder:
cada uno desearía ser un dictador; casi todos sacrificarían el bienestar del prójimo por
alcanzar sus metas personales.
¿Que es lo que ha sometido hasta ahora a esas fieras salvajes y de rapiña que llamamos
hombres? ¿Por quien han estado gobernados hasta el presente? En las primeras épocas
de la sociedad, estaban dominados a la fuerza bruta y ciega; después, se sometieron a la
ley, que en realidad no es otra cosa que la misma fuerza disfrazada. Esta consideración
me lleva a deducir que, fijándonos en la ley natural, el derecho reside en la fuerza.
La libertad política no es un hecho, pero si una idea. Una idea que es necesario saber
aplicar cuando conviene, a fin de atraer a las multitudes y despojar al partido rival. El
problema se simplifica si el referido rival se ha contagiado con las ideas del llamado
liberalismo y, por amor de esas ideas, cede una parte de su poder. Así, nuestra idea
triunfara; por ley natural, cuando uno suelte las riendas del poder, otro lo habrá de tomar
porque las masas no saben existir sin jefe. El nuevo gobierno toma el sitio del antiguo,
debilitado por el liberalismo.
Hoy, el poder de los dirigentes liberales ha sido sustituido por el del oro. Alguna vez,
gobernó la religión. Empero, la libertad es irrealizable porque nadie sabe servirse de ella
con moderación. Basta dejar al pueblo que por algún tiempo se gobierne a si mismo,
para que inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje; inmediatamente, nacen
polémicas que no tardan en convertirse en choques sociales: los estados se desbaratan y
pierden su importancia. Da igual que un país se agote por sus propias convulsiones
interiores o por las guerras civiles: en uno u otro caso, esta perdido, queda en nuestras
manos. El despotismo del capital esta enteramente en nuestro poder; se lo
propondremos al estado como único asidero, y habrá de sujetarse de este si no quiere
caer al despeñadero.
Si, por liberalismo, alguno quisiera convencerme de que estos razonamientos son
inmorales, yo le diría: no es inmoral que un estado proceda sin cuartel contra el enemigo
interno que socava sus cimientos, arruina la propiedad y despedaza el orden social de la
misma forma que acomete al enemigo exterior.
En un medio donde se permitan las discusiones, ningún espíritu sensato estima poder
gobernar a las masas con razones y cordura. Para evitar las objeciones, hay que seducir
al pueblo que es incapaz de reflexionar profundamente con representaciones ridículas;
la mayoría esta guiada por ideas mezquinas, costumbres, tradiciones y teorías
sentimentales. El populacho ignorante y no iniciado, así como todos los que han salido
de su seno, se sume en discusiones partidarias que le impiden toda posibilidad de
acuerdo, aun en cuestiones basadas en argumentos concretos. Las decisiones de las
masas dependen de una mayoría, casi siempre casual y momentánea; se la prepara con
anticipación, ya que, en su ignorancia de los secretos políticos, adopta disposiciones
absurdas y siembra en los gobiernos el germen de la anarquía.
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La política no tiene nada que ver con la moral. Un jefe de estado que pretenda gobernar
con arreglo a leyes morales, no es hábil y, por tal, no esta bien afianzado en su asiento.
Todo el que quiera gobernar debe recurrir al engaño y a la hipocresía. En política, el
honor y la sinceridad se convierten en vicios que despachan a un mandatario más pronto
que sus mayores enemigos. Afirmamos dichas cualidades para los gentiles; pero
nosotros, bajo ningún concepto, nos sentimos comprometidos con ellas.
Nuestro derecho reside en la fuerza. El vocablo derecho expresa una idea abstracta, sin
base e inaplicable; ordinariamente, significa: proporcióname cuanto preciso para
sojuzgarte. ¿En donde empieza el derecho? ¿En donde termina? En un estado
desorganizado, el poder de las leyes o el del soberano se disipan por la incesante
usurpación de las libertades; en este caso, procedo con la fuerza para destruir los
métodos y reglamentos existentes: me apodero de las leyes, reorganizo las instituciones
y, así, me convierto en dictador de quienes, libremente, han renunciado a su poder y nos
lo han rendido. Nuestra fuerza, dada la situación quebradiza de todos los poderes
civiles, será mucho mayor que ninguna otra porque, siendo invisible, no podrá ser
atacada; y llegara el día en que sea tan impetuosa que ningún acto de astucia pueda
destruirla.
Del daño causado, brotara un gobierno indestructible que restablecerá los mecanismos
de subsistencia que han sido destruidos por el liberalismo. El fin justifica los medios. Es
necesario no cejar en nuestro plan, poner mayor esmero en lo necesario y aprovechable
que en lo bueno y moral. Este es un plan, una estrategia de la que no podemos
apartarnos sin renunciar a la obra que iniciamos hace ya muchos siglos.
Al trazarnos un plan de acción, debemos tener en cuenta la cobardía, la debilidad, la
inconstancia y el desequilibrio de las masas; estas son incapaces de comprender o acatar
las condiciones de su propia existencia y de su bienestar. Hay que ver como la fuerza de
las masas es ciega, ilógica y cambiante.
Cuando un ciego conduce a otro, ambos caen al precipicio; en consecuencia, los
advenedizos salidos de las filas del pueblo, aunque sean unos genios, no pueden
colocarse a la cabeza de las masas sin arruinar la nación. Solo una persona preparada
desde su infancia para ejercer la soberanía autocrática puede comprender las palabras
formadas por las letras del alfabeto político. El pueblo abandonado a si mismo, es decir,
a jefes salidos de sus filas, se pierde en luchas partidarias nacidas del afán de poder y el
ansia de renombre; así, se crean la revuelta y el desorden.
¿Pueden las masas juzgar serenamente y administrar los negocios del estado sin
rivalidades, sin confundir dichos negocios con sus propios intereses? ¿Podrían
defenderse contra un enemigo extranjero? Esto es imposible. Cualquier plan dividido
entre tantas cabezas como son las de las multitudes, resulta ininteligible e irrealizable.
Solo un autócrata puede concebir vastos proyectos y asignar a cada entidad una función
dentro del mecanismo gubernamental. Por eso sostenemos que, para administrar
eficazmente un país, el gobierno debe estar en manos de una sola persona. Sin el
despotismo absoluto, la civilización es imposible; la civilización no es obra de las
masas, sino del que las dirige, sea este el que fuere. El populacho es bárbaro y así se
muestra siempre. En cuanto el pueblo cree que ha conquistado la libertad, se desbanda
hacia la anarquía, que es la representación más perfecta de la barbarie.
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Ved esos brutos alcoholizados, embrutecidos por la bebida, que la libertad tolera sin
límites. ¿Es que vamos a permitir nosotros y permitirles a nuestros semejantes el
imitarlos? En los países cristianos, el pueblo esta embrutecido por el alcohol, la
juventud esta trastornada por la intemperancia prematura en la que nuestros agentes la
han iniciado cubiertos con distintos disfraces: preceptores, criados, institutrices de las
casas ricas, empleados, prostitutas; y es preciso añadir a estas ultimas aquellas que se
conocen con el nombre de femmes du monde, sus imitadoras voluntarias en materia de
lujo y corrupción.
Nuestra divisa debe ser fuerza e hipocresía. Solo la fuerza da la victoria en política,
sobre todo cuando se oculta con destreza por quienes gobiernan un estado. La violencia
debe ser un principio. El engaño y la hipocresía son las reglas de oro de aquellos
gobiernos que no quieren caer ante un nuevo poder. Con estos perjuicios se consigue el
bien. No nos detengamos innecesariamente ante la corrupción, la compra de
conciencias, la impostura y la traición, porque con ellas servimos a nuestra causa.
En política, no dudemos en confiscar la propiedad, si de este modo podemos conseguir
sumisión y poder.
Siguiendo la vía de las conquistas pacificas, nuestro estado habrá de sustituir los
horrores de la guerra por ejecuciones discretas y diligentes, necesarias para mantener el
terror y producir una ciega sumisión. La severidad intolerante es un factor esencial del
poder de un estado. Con ella alcanzamos grandes ventajas y nos acercamos a la deseada
victoria de la violencia y la hipocresía. Para imponernos, son tan importantes como
nuestros principios los medios que empleamos para ponerlos en ejecución. Los
procedimientos que empleamos y la rigidez de nuestras doctrinas nos darán el triunfo;
es decir, haremos a todos los gobiernos esclavos del nuestro. Deben aprender que somos
despiadados cuando nos hacen resistencia.
Fuimos nosotros los primeros en gritar ante el pueblo: libertad, igualdad y fraternidad.
Estas palabras las repiten frecuentemente desde entonces irreflexivas cacatúas de todas
partes del mundo. Repitiéndolas, han despojado a la sociedad de la prosperidad material
y al individuo de la libertad personal, que es ya una antigualla. Ni siquiera los gentiles
más aguzados han reflexionado sobre lo abstracto de esas tres palabras: las pronuncian
sin considerar que no concuerdan unas con otras y que se contradicen.
No comprenden los sabios gentiles la desigualdad natural: la naturaleza invento tipos
disímiles, muy desiguales en inteligencia, carácter y capacidad. Tampoco entienden la
sumisión a las leyes naturales. Estos pretendidos eruditos no han descubierto aun que
las masas son ciegas, como lo son también aquellos que salen de su seno para gobernar.
No han considerado que un hombre mediocre, con la preparación necesaria, gobernara;
sin embargo, un genio, sin dicha instrucción, se hallara despistado en la política. ¡Todo
esto se les ha escapado a los gentiles!
Sobre esas bases se fundamentaba el régimen dinástico. El padre enseñaba al hijo el
sentido y la marcha de las evoluciones políticas; de tal manera, excepto los miembros de
la dinastía, nadie, ni el pueblo gobernado, conocía la política. Con el tiempo, el sentido
de los principios que habían sido trasmitidos de generación en generación se perdió. Es
precisamente esta perdida la que apresta al triunfo de nuestra causa.
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Nuestros gritos de libertad, igualdad, fraternidad, cautivaron agentes inconscientes,
legiones enteras que enarbolaban nuestras banderas con entusiasmo. Esas palabras roían
la prosperidad de los cristianos, despedazando su armonía, entereza y solidaridad; con
ellas desmenuzamos los fundamentos de los estados. Fue esto lo que nos dio la victoria
proporcionándonos, entre otras cosas, la abolición de privilegios; o sea, la supresión de
la aristocracia de los gentiles en todas las naciones, que era la única protección que
tenían contra nosotros.
Sobre las ruinas de la aristocracia natural y hereditaria levantaremos, sobre bases
plutocráticas, una aristocracia nuestra. Esta nueva aristocracia es la de la economía, que
siempre estará dominada por nosotros, al igual que la ciencia que nuestros sabios nos
han enseñado.
Posibilitaran nuestro triunfo las relaciones con las personas que nos son indispensables.
Sabremos explotar la endebles de nuestras victimas: los beneficios de que disfrutan, su
codicia, su ambición insaciable y las necesidades materiales del hombre; cada una de
estas debilidades, tomada por separado, es capaz de paralizar cualquier iniciativa. Ellos
le entregan su voluntad a aquellos que los han corrompido.
Dada la índole abstracta de la palabra libertad, podemos persuadir al pueblo de que el
gobierno representa solamente a los propietarios. Por consiguiente, se le puede desechar
como a un objeto inútil.
Es precisamente la posibilidad de destituir y reemplazar a los representantes de las
naciones lo que los ha puesto a nuestra disposición y nos facilita su nombramiento.
Protocolo II
La guerra económica, base de la preponderancia judía. Funcionarios desaprensivos y
consejeros secretos. Éxitos de las tendencias subversivas en la ciencia. La asimilación
en política. Importancia de la prensa.
Precisamos que las guerras no causen ventajas territoriales. Llevados así los conflictos
al terreno económico, las naciones reconocerán la fuerza de nuestra supremacía; tal
situación pondrá a ambos adversarios a la disposición de nuestros agentes
internacionales, que disponen de recursos ilimitados, para los que no hay fronteras.
Entonces nuestros derechos internacionales barrerán las leyes del mundo entero;
gobernaran de dicho modo a los estados como si se tratara de arreglar cuestiones entre
ciudadanos de un país.
Los gobernantes, elegidos de entre el pueblo por nosotros mismos, en razón de sus
aptitudes serviles, serán individuos no preparados para el gobierno del país. Así, por
este camino, vendrán a ser los peones de nuestro juego de ajedrez fácilmente manejables
por las manos de nuestros sabios y geniales consejeros, de nuestros especialistas
educados y formados desde su tierna edad para el manejo de los negocios de todo el
mundo. Como ya lo sabéis, estos hombres han estudiado la ciencia de gobernar con
arreglo a nuestros planes políticos y a la experiencia de la historia, siempre observando
los acontecimientos de actualidad. Los gentiles no se preocupan ni aprovechan las
observaciones que constantemente proporciona la historia, conformándose en seguir
teorías rutinarias, sin preocuparse de si dan o no buenos resultados. Por lo tanto,
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dejemos a los gentiles y no nos ocupemos de ellos; que se diviertan hasta la
consumación de los tiempos, que vivan con sus esperanzas de nuevos placeres, o con
los recuerdos de las alegrías pasadas. Que sigan creyendo que todas esas leyes teóricas
que les hemos inculcado son de una suprema importancia. Con estas ideas en
perspectiva y el concurso de nuestra prensa, les haremos aumentar sin cesar la confianza
ciega que tienen en sus leyes. Lo más selecto entre los gentiles se enorgullecerá de su
ciencia y, sin ninguna confirmación, la pondrá en práctica; la profesaran tal como se la
hayan presentado nuestros especialistas, moldeando sus juicios con las ideas que se nos
antojen a nosotros.
No penséis que carecen de fundamento nuestras afirmaciones. Reparad en el éxito que
supimos insuflarles al darwinismo, al marxismo y al nietzchismo. El efecto
desmoralizador de sus doctrinas en la imaginación de los gentiles es evidente.
Tenemos necesidad de contar con las ideas, los caracteres y las tendencias modernas de
los pueblos a fin de no cometer faltas en la política o en la administración de los países.
Nuestro triunfo dependerá de como nos adaptemos al temperamento de las naciones con
las que nos ligamos; esto solamente podrá realizarse aplicando las experiencias del
pasado a las consideraciones del presente.
Los estados modernos poseen una gran fuerza creadora: la prensa. La prensa da a
conocer las reclamaciones del pueblo, expresando el descontento de este y, de paso,
sembrando la disensión. La prensa encarna la libertad de palabra. Como los estados no
han sabido explotar dicha potencia, nosotros nos hemos apoderado de ella. Mediante la
prensa, hemos adquirido una gran influencia desde el anonimato. Gracias a la prensa,
hemos acumulado oro, a pesar de los torrentes de sangre y los incontables sacrificios
que nos ha costado. Cada una de esas victimas, no obstante, vale lo que millares de
cristianos ante dios.
Protocolo III
La serpiente simbólica y su significación. Inestabilidad del equilibrio constitucional.
Poder y ambición. Charlatanería parlamentaria. Libelos y abuso de poder. Esclavitud
económica: los derechos del pueblo. Ejercito de la judío-masonería. El hombre y los
derechos del capital. La multitud y la coronación del amo del mundo. Resumen
fundamental de los futuros programas de las escuelas masónicas populares. Secreto de
la ciencia de la vida social. Inviolabilidad de los judíos. El despotismo de la masonería
y el reinado de la razón. La masonería y la revolución francesa. El rey déspota es de la
estirpe de sion. La inviolabilidad de la masonería. Papel que desempeñan los agentes
secretos de la francmasonería. La libertad.
Actualmente, nos hallamos muy cerca de lograr nuestro objetivo final. Nos queda por
recorrer un pequeño trecho antes que se cierre el círculo de la serpiente, símbolo de
nuestro pueblo. Cuando se complete el cerco, quedaran encerrados y atenazados, como
por una recia cadena, todos los estados de Europa.
Muy pronto, se habrán de desplomar los pilares de los estados constitucionales que aun
quedan en pie; los estamos desequilibrando continuamente para que se vengan abajo.
Los gentiles creen que están afianzados solidamente en sus bases nacionales y que el
equilibrio de sus países habrá de durar. Pero los jefes de sus estados son disminuidos
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por servidores incapaces, habituados a las intrigas y a un terror que jamás cesa.
Distanciado de la conciencia de su pueblo, el gobernante no sabe defenderse de
intrigantes ávidos de poder.
Le hemos retirado al pueblo el raciocinio, dejándole intacta la fuerza bruta; ni la una ni
la otra son significantes ya, como en el caso de un ciego que anda sin lazarillo que lo
guíe. Para incitar a los ambiciosos a abusar del poder, lanzaremos unas fuerzas contra
las otras, alentando las tendencias extremas a reclamar la independencia. Hemos
animado con tal fin todas las inclinaciones, hemos armado a todos los partidos y hemos
convertido el poder en el objeto de todas las ambiciones. Hemos transformado todos los
estados en arenas en que se desarrollan todas las luchas.
El desorden y la bancarrota aparecen por todas partes. Charlatanes inagotables han
transformado las sesiones de los parlamentos y las asambleas gubernativas en torneos
oratorios. Periodistas pretenciosos y panfleteros desvergonzados atacan continuamente a
los administradores. Los abusos de poder preparan el desplome de instituciones que
sucumbirán atropelladas por multitudes enloquecidas.
Los pueblos serán esclavizados con el yugo del pan. La miseria que los habrá de oprimir
será mucho mayor que la que conocieron durante el mando de sus antiguos señores; de
aquellos ricos podían desatarse de una u otra manera, pero nadie los librara luego de la
indigencia absoluta. Los derechos que hemos consignado en las constituciones son
ficticios para las masas, no son reales. Todos estos llamados derechos del pueblo no
pueden existir sino en la imaginación, pero nunca en la realidad.
¿De que le vale a un proletario, debilitado por el trabajo y oprimido por su triste suerte,
que a un charlatán se le conceda el derecho de hablar y a un periodista el de publicar
tonterías? El proletariado no recoge más que las migajas que les damos por sus votos
para la elección de nuestros agentes. Los derechos republicanos se traducen en una acre
ironía para el pobre, cuyo trajín cotidiano no le permite disfrutarlos; al ejercerlos, pierde
su salario y empieza a depender de las huelgas, ya sean causadas por los patronos o por
sus camaradas.
Dirigido por nosotros, el pueblo destruye a la aristocracia, que es su protectora, porque
sus intereses estaban inseparablemente unidos a la prosperidad del pueblo. Después de
destruir los privilegios de la nobleza, el pueblo cae inevitablemente en manos de
vividores y advenedizos que los oprimen despiadadamente.
Nuestra misión es aparecer como los libertadores del trabajador. Debemos hacerles
creer que van a salir de la opresión si ingresan en nuestros ejércitos socialistas,
anarquistas y comunistas. Debemos hacerles ver que les ayudamos con espíritu de
fraternidad, que estamos animados por esa solidaridad humana que pregona nuestra
masonería socialista.
La nobleza, que distribuía el trabajo entre las clases laboriosas, apostaba porque los
obreros estuviesen alimentados, sanos y fuertes. Nuestro interés, al contrario, es que los
gentiles degeneren. Nuestro poder reside en la hambruna crónica y la impotencia del
obrero. Así le sujetaremos mejor a nuestra voluntad, y no habrá de hallar nunca las
fuerzas ni la energía para volverse contra nosotros.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Más que el poder real o legal, el hambre le otorga al capital derechos sobre los
trabajadores. Manejaremos a las multitudes explotando el odio envidioso que resulta de
la miseria. Sirviéndonos de la opresión y las necesidades, remataremos a aquellos que se
nos enfrenten. Cuando llegue el momento de coronar a nuestro soberano universal, ese
mismo populacho barrera todo obstáculo que pudiera atravesársele en el camino.
Los gentiles han perdido ya la capacidad de reflexionar sobre materias científicas sin
nuestra ayuda. De ahí que no adviertan aquello que reservamos para cuando nos llegue
el momento: en las escuelas debe enseñarse la primera de todas las ciencias, la ciencia
de la vida del hombre y de las condiciones sociales; ambas disciplinas exigen la
parcelación del trabajo y, por consiguiente, la ordenación de todo el personal en castas y
en clases. Todo el mundo debe entender que, siendo las labores tan disímiles, no puede
haber una verdadera igualdad. Es preciso también establecer que quienes comprometan
a toda una clase por sus actos tienen, ante la ley, una responsabilidad mayor a la de
quienes cometen, por ejemplo, un crimen que comprometa su honor personal.
La verdadera ciencia del ordenamiento social, en cuyos secretos no admitimos a los
gentiles, persuadirá a todo el mundo de que tanto el puesto como la ocupación de cada
cual deberán estar reservados a castas determinadas. Se evitara, por ende, la frustración
que produce en el ser humano una formación irreconciliable con el destino laboral del
individuo. Si el pueblo cultivara esta ciencia, se sometería de buena voluntad al orden
establecido por ella en el estado vigente. Sin embargo, el populacho, ignorante de la
ciencia, acredita ciegamente todo cuanto le damos impreso: engullen los hombres las
fantásticas ilusiones que les hemos inculcado y se vuelven enemigos de todas las
condiciones que creen superiores a si mismos, sin comprender la trascendencia de las
diferentes clases sociales.
Este odio aumentara en virtud al aprieto bursátil que paralizara eventualmente el
comercio y la industria. Crearemos una crisis económica general con la ayuda del oro
que, casi en su totalidad, esta en nuestro poder. Simultáneamente, echaremos a las calles
de toda Europa multitudes de desocupados.
Las masas voluptuosas de sangre, precipitándose sobre todos aquellos que envidiaron
desde la infancia, verterán su sangre y, de paso, se darán a saquear sus bienes. A
nosotros no nos harán daño porque conoceremos de antemano el momento del ataque y
tomaremos medidas para proteger nuestras personas e intereses.
El progreso somete a los gentiles al reino de la razón. Ese habrá de ser nuestro
despotismo, que sabrá calmar las agitaciones y suprimir con todo rigor las ideas
liberales en nuestras instituciones. Cuando el populacho vea que se le han hecho tantas
concesiones en nombre de la libertad, juzgara ser amo y señor y se lanzara sobre el
poder. Como un ciego, ira tropezando con mil obstáculos. Luego, por no volver al
antiguo régimen, depositara el poder a nuestros pies.
Recordad la revolución francesa, que nosotros llamamos la grande; conocemos como se
fraguo porque fue obra nuestra. Desde entonces, hemos llevado a los pueblos de una
decepción a la otra, a fin de que renuncien a nosotros mismos en provecho del rey
déspota, de la sangre de sion, que estamos preparando para el mundo entero.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Actualmente, somos invulnerables como fuerza internacional porque cuando nos ataca
un estado nos defiende otro. La cobardía sin límites de los pueblos cristianos favorece
nuestra independencia porque se arrastran delante del poderoso y son inmisericordes
con el débil: no tienen piedad con quienes cometen faltas, pero son clementes con
quienes perpetran crímenes. No soportan las contradicciones de la libertad ya que, en su
indulgencia, se muestran sumisos hasta el martirio ante la violencia de un despotismo
audaz: esto favorece nuestra independencia. Los gentiles soportan dichos abusos de
manos de sus dictadores actuales, presidentes del consejo y ministros; sin embargo, por
tales ofensas hubieran decapitado a veinte reyes.
¿Como explicarse tal fenómeno y tal incoherencia de las masas populares a la luz de
acontecimientos que parecen de una misma naturaleza? esa rareza se explica por el
hecho de que los déspotas convencen al pueblo, por medio de sus agentes, de que el mal
manejo del poder y el consiguiente perjuicio al estado se hace en la consecución del
bienestar y la prosperidad del pueblo por la fraternidad, la unión y la igualdad
internacional.
Naturalmente, no se habrá de saber que dicha unificación podrá lograrse tan solo bajo
nuestro mando. En tanto, observaremos como el populacho condena al inocente y
absuelve al culpable, convencido de su libre albedrío. Con tales pensamientos, las
multitudes desequilibran la sociedad y el desorden queda asegurado.
La palabra libertad pone a la sociedad en pugna con todos los poderes, ya se trate de la
naturaleza o del mismo dios. Por eso, cuando tomemos el poder, excluiremos dicho
término del vocabulario humano ya que expresa el principio de brutalidad que
transforma a los hombres en bestias. Es verdad que las fieras se amodorran cuando están
hartas de sangre, siendo entonces más fácil encadenarlas; mas, si no se les proporciona
sangre, en vez de dormitar, riñen.
Protocolo IV
Las diversas fases de una republica. Acción oculta de las logias. La libertad y la fe. La
concurrencia internacional del comercio y la industria. La especulación. El culto del
oro.
Toda republica experimenta distintos periodos. Se inicia como un invidente que arrolla
y quiebra lo que le sale al paso. Seguidamente, le abre paso al demagogo que hace
germinar la anarquía y la cultiva con la finalidad de cosechar el despotismo; no se trata
de un despotismo oficial si no encubierto, pero que se deja sentir. Generalmente, el
atropello esta dirigido por alguna sociedad secreta que, oculta detrás de sus agentes, se
muestra audaz y sin escrúpulos. Este poder ira colocando sus agentes donde mejor le
convenga. Dichos cambios corresponderán a la apetencia de desembarazarse de viejos
servidores cuyos servicios resultan ya costosos.
¿Quien podría destronar un poder escondido? nuestra fuerza es invisible. La logia
masónica sirve para encubrir nuestros designios. El uso que hagamos de este poder, al
igual que el emplazamiento de nuestros cuarteles generales, siempre será ignorado del
público.
Los protocolos de los sabios de Sión
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De basarse en la religión, en la fe en dios y en la fraternidad humana, la libertad podría
ser inofensiva; si la libertad descartara las ideas de igualdad, que contradicen las leyes
de la creación (que a su vez establece la subordinación), podría existir en el gobierno sin
ser perjudicial a la prosperidad del pueblo. Con tal fe, el pueblo se dejaría gobernar por
las parroquias y marcharía humilde y tranquilo bajo la dirección de sus pastores
espirituales, sometido en la tierra a la divina providencia. Por eso es preciso arrancar del
espíritu de los cristianos la concepción misma de dios, sustituyéndola por cálculos
aritméticos y por las necesidades materiales de la vida.
Para no despertar las sospechas de los cristianos con respecto a nuestra política, es
preciso entretenerlos y llamar su atención del lado del comercio y de la industria. De esa
forma, las naciones lucharan por sus intereses particulares, sin notar el asecho del
enemigo común. Mas, para que la libertad pueda desagregar y arruinar la vida social de
los gentiles, es preciso establecer la especulación. De esta forma, se conseguirá evitar
que los gentiles retengan las riquezas procedentes de la producción del suelo y de la
industria: por vía de la especulación, toda la economía caerá a nuestras manos.
La lucha por la supremacía y los choques en el mundo de los negocios crearan una
sociedad desencantada, egoísta y sin corazón. Esta sociedad sentirá indiferencia por la
religión y una profunda repugnancia por la alta política. Su guía será el calculo y su
culto la pasión del oro. Los hombres harán todos los esfuerzas imaginables por
conseguir el dinero que puede proporcionarles los bienes materiales. Entonces, la clase
inferior de los cristianos se nos unirá en contra de nuestros rivales más inteligentes; no
lo harán por ideales, ni siquiera por deseos de riqueza, lo harán por odio a las clases
acomodadas.
Protocolo V
Organización centralizada. Medios de llegar al poder por la masonería. Causas de la
imposibilidad de entendimiento entre los estados. El oro, motor de los mecanismos
gubernamentales. Los monopolios del comercio y la industria. Importancia de la
crítica. Como captarse la opinión publica. Importancia de la iniciativa personal. El
gobierno supremo.
¿Que gobierno puede resultar de la confusión y la corrupción general, de donde la
riqueza se adquiere por la astucia y el fraude, del desorden, de donde la ética se impone
por sanción en vez de consentimiento, en donde los sentimientos de patria y religión han
cedido ante el empuje de las teorías liberales? ¿Que estilo de gobierno mas que el
despotismo puede regir a estas sociedades?
Los judíos queremos establecer un todopoderoso gobierno central que nos permita
manejar a todas las fuerzas sociales. Legislaremos la vida política de nuestros súbditos
considerándolos como piezas del engranaje de una maquina. La legislatura los ira
despojando gradualmente de las libertades y los privilegios que los cristianos les habían
concedido. Nuestro gobierno alcanzara tal grado de despotismo que podremos
despedazar y sojuzgar a los opositores y a los descontentos cuando y donde sea.
Pero cuando se nos diga que este despotismo de que hablo no esta en armonía con los
progresos modernos, yo demostrare lo contrario.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Cuando los pueblos creían que los soberanos eran emanaciones de la voluntad divina, se
sometían sin chistar al despotismo de sus monarcas. Sin embargo, desde que le
inoculamos al populacho la noción de sus propios derechos, consideran a los reyes
como simples mortales. En cuanto les quitamos su fe religiosa, la autoridad paso a la
calle, como si fuera de propiedad publica, y nos apoderamos de esta. Además de recurrir
a todo género de estratagemas, nuestros dirigentes gobiernan tanto a las masas como a
los individuos: se valen de unas teorías y una fraseología hábilmente combinadas sin
producir reglas para la vida social.
Estas teorías, de las cuales los gentiles no comprenden absolutamente nada, se
acomodan a nuestro genio administrativo, fundado en el análisis y la observación,
matizado por sutilezas conceptuales sin rival: no hay nadie tan ducho como nosotros en
la preparación de planes de acción política y de solidaridad. Solo conocemos una
sociedad que puede aventajarnos en la ciencia de gobernar: la compañía de Jesús; pero
podemos desacreditar a los jesuitas, que no se ocultan, mientras que nuestra
organización se escuda siempre en el secreto.
Por otra parte, ¿que le importa al mundo que el amo que le toque tener sea el jefe de la
iglesia cristiana o un déspota de la sangre de sion? Pero para nosotros, el pueblo
elegido, esto tiene una gran importancia.
En algún momento, una coalición de cristianos podría dominarnos. No obstante,
estamos protegidos contra ellos por la profunda discordia y el intenso odio que hemos
sembrado en sus corazones. Hemos logrado desarticular a los gentiles, enfrentando a los
unos contra los otros en sus cálculos individuales y nacionales, con aborrecimientos
religiosos y étnicos que llevamos alimentando veinte siglos. De ahí que ningún gobierno
cristiano encuentre apoyo en el de su vecino en contra nuestra; cada uno considerara que
una acción contra nosotros le podría costar cara. ¡Somos ya poderosos! Las potencias no
pueden concluir ningún acuerdo sin contar con nosotros.
Per me reges regnat: por mi reinan los reyes. Nuestros profetas nos dicen que somos los
elegidos por dios mismo para gobernar la tierra. Dios nos dio el talento para que
pudiéramos realizar esta obra. Si surgiera un genio en el campo enemigo podría
combatirnos. Mas el recién venido no podría con los viejos luchadores de nuestra raza.
La lucha seria sin cuartel, como el mundo nunca ha presenciado. Es muy tarde ya para
los genios cristianos.
Todos los engranajes del mecanismo del estado dependen de un motor que esta entre
nuestras manos: el oro. La ciencia de la economía política, elaborada por nuestros
sabios, nos demuestra que el poder del capital sobrepasa al prestigio de los gobernantes.
Para tener libertad de acción, el capital debe monopolizar la industria y el comercio.
Una mano invisible esta logrando ya esto en casi todo el mundo. Tal ventaja les
proporcionara poder político a las industrias y el pueblo acabara siendo sometido.
Actualmente, vale mas desarmar al pueblo que llevarlo a la guerra, utilizar las pasiones
encendidas que calmarlas, apoderarse de las ideas ajenas y servirse de ellas que
desecharlas.
Los protocolos de los sabios de Sión
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El objetivo principal de nuestro gobierno secreto es debilitar el pensamiento público
mediante la crítica. Debemos hacerles perder el hábito de pensar porque la reflexión
engendra oposición. Debemos distraer los espíritus con escaramuzas de elocuencia.
En todos los tiempos, tanto los pueblos como los individuos han tomado las palabras
como realidades; quedan satisfechos con la apariencia de las cosas y raramente se
ocupan de observar si las promesas relativas a la vida social se cumplieron o no: por tal,
nuestras instituciones poseerán una bella fachada que hable elocuentemente de lo que
han aportado al progreso.
Nos apropiaremos de la fisonomía de todos los partidos y todas las tendencias. Los
oradores que infiltremos entre ellos serán tan locuaces que llegaran a fatigar al pueblo
con sus discursos, al punto de hacérseles insoportables.
Para tomar las riendas de la opinión publica, es preciso embarullarla hasta la
perplejidad, regando de una misma vez por todas partes ideas y opiniones
contradictorias; de esta forma, los gentiles se perderán en un laberinto, persuadiéndose
de que, en materia de política, es mejor no tener opinión. Se convencerán por fin de que
esta materia no puede ser dominada por el público, sino exclusivamente por aquellos
que dirigen. Este es el primer secreto.
El segundo secreto para gobernar con éxito consiste en multiplicar al extremo los
desaciertos populares, las costumbres, las pasiones y las reglas de la vida común del
país; así, nadie será capaz de pensar con claridad entre el caos que se arme y los
hombres terminaran por no entenderse los unos a los otros. Esta táctica sembrara la
discordia en todos los partidos, disolviendo los colectivos que no quieran sometérsenos;
también desanimara cualquier iniciativa, por genial que sea. No hay nada más peligroso
que la iniciativa personal; si esta fuera producto de un gran cerebro, podría hacernos
mucho mas daño que los millones de individuos que hemos lanzado a entrematarse.
Precisamos dirigir la educación de las sociedades cristianas de manera que, cuando
traten de proceder por iniciativa propia, se desesperen y tengan que declararse vencidas.
El esfuerzo que uno ejerce libremente se cancela con los impulsos libres de los otros; de
ahí nacen los conflictos morales, las decepciones y los desencantos.
Fatigaremos tanto a los cristianos con esa libertad que se verán obligados a ofrecernos
un poder internacional que podrá acaparar los poderes gubernamentales de todos y
formar un gobierno supremo universal. Reemplazaremos los gobiernos actuales por un
espantajo que denominaremos administración del gobierno supremo. Sus tentáculos se
extenderán por todas partes y dispondrá de una organización colosal que deberá someter
por fuerza a todas las naciones.
Protocolo VI
Los monopolios: las fortunas de los goim están en nuestro poder. Expulsión de la
aristocracia de sus propiedades territoriales. Comercio. Industria. Especulación.
Desarrollo del lujo. Aumento de los salarios y encarecimiento de los artículos de
primera necesidad. Anarquía y alcoholismo. Objeto secreto de la propaganda de las
doctrinas económicas.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Crearemos en breve enormes monopolios, colosales reservas de riquezas de las cuales
dependerán las fortunas de los gentiles; estos monopolios devoraran el patrimonio de
los cristianos junto con el crédito de sus gobiernos cuando produzcamos la catástrofe
política. (Se sobrentiende que los judíos retiraran sus capitales en el momento
oportuno.) Los economistas aquí reunidos deben considerar la importancia de esta
combinación.
Precisamos emplear todos los medios disponibles para que el gobierno supremo sea
representado como protector y remunerador de quienes se sometan voluntariamente.
La aristocracia de los gentiles desaparece como fuerza política. Ya no tenemos que
contar con ella. Sin embargo, como propietarios de tierras, los aristócratas son todavía
peligrosos porque su independencia se sostiene sobre recursos propios. Es preciso, por
tanto, despojarlos de sus tierras. Para lograrlo, el medio preferido es el alza de los
impuestos sobre los bienes raíces, de modo que las rentas se reduzcan y los gentiles se
arruinen.
Es necesario que al mismo tiempo protejamos el comercio y la industria. Sobre todo
debemos proteger la especulación que le sirve de contrapeso a la industria. Sin la
especulación, la industria multiplicaría los capitales privados y emanciparía a la
agricultura de las deudas e hipotecas contraídas con los bancos rurales. Es esencial que
la industria absorba todas las riquezas del trabajo y que la especulación ponga en
nuestras manos el dinero de todo el mundo. Procediendo así, todos los gentiles serán
lanzados a las filas del proletariado y se doblegaran ante nosotros para poder tener el
derecho de vivir.
Para arruinar la industria de los gentiles y activar la especulación, favoreceremos el
amor al lujo. Aumentaremos los salarios, lo que no proporcionara ventaja alguna a los
obreros, puesto que, al mismo tiempo, elevaremos los precios de todos los géneros de
primera necesidad con el pretexto de las malas cosechas.
Además, desorganizaremos la producción, sembrando los gérmenes de la anarquía entre
los obreros y habituándolos al alcohol. Al mismo tiempo, por todos los medios
imaginables, expulsaremos a la intelectualidad cristiana del corazón de la sociedad.
Para evitar que dicho esquema sea descubierto y que los gentiles se den cuenta
prematuramente del verdadero aspecto de los negocios, disimularemos nuestros
designios con el pretexto de servir a las clases trabajadoras y de propagar los grandes
principios económicos que predicamos.
Protocolo VII
Objeto de las alzas armamentistas. Fermentación, luchas y discordias en el mundo
entero. Sometimiento de los gentiles por medio de guerras internas y por la guerra
mundial. El secreto considerado como arte de la política y de la judeomasonería. La
prensa, la opinión publica y nuestro triunfo. Los señores americanos, japoneses y
chinos.
La intensificación del servicio militar y el aumento de las fuerzas de policía son
esenciales para la realización de los planes indicados. Es preciso que, fuera de nuestra
Los protocolos de los sabios de Sión
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orbites, el país quede reducido a una gran masa proletaria de donde sacar individuos
convertidos en soldados y agentes de policía sumisos a nuestra causa.
En toda Europa, y con la ayuda de Europa, debemos suscitar en los demás continentes la
discordia, las disensiones y la mutua hostilidad. Así tendremos una doble ventaja: en
primer lugar, nos respetaran en todos los países y así sabrán que podemos, cuando
queramos, provocar el desorden o restablecer el orden, por otro, todos los estados se
acostumbraran de este modo a considerarnos como una carga necesaria; en segundo
lugar, envolveremos con intrigas a los ministerios de todos los gobiernos, ya sea por
nuestra política o por medio de contratos comerciales y obligaciones financieras...
Para conseguir este objetivo, será preciso recurrir a infinidad de engaños y artificios
durante las negociaciones y los debates; pero cuando lleguemos a eso que llaman la
lengua oficial, adoptaremos la táctica opuesta, aparentando ser sumamente honrados y
conciliadores. De este modo, los gobiernos de los gentiles, a quienes hemos
acostumbrado a ver únicamente el lado más deslumbrador de los negocios que es el que
siempre les presentamos nos consideraran todavía los bienhechores y salvadores de la
humanidad.
Tenemos que estar preparados para lidiar con quienes se opongan a nuestros proyectos.
Si fuera necesario, que el país vecino le declare la guerra a la nación que pretenda
obstaculizarnos. Pero si ambos se unieran contra nosotros, entonces desencadenaremos
una guerra mundial.
En política, el triunfo definitivo depende esencialmente de la reserva con que se haya
guardado el plan a efectuar. Los actos de un diplomático no deben corresponder nunca
con sus palabras.
Ya el proyecto mundial se aproxima a los fines planteados anteriormente. Para lograr su
éxito total, necesitamos convencer a los gobiernos de los gentiles mediante lo que
vulgarmente se llama la opinión pública. El criterio popular ha sido predispuesto por
nosotros mediante la prensa: esta gran potencia se halla en nuestras manos en su casi
totalidad.
Llegara el momento de demostrar que todos los gobiernos europeos de los goim están
esclavizados. Someteremos a uno de ellos a la gran prueba sobre nuestro gran poder.
Nos serviremos de atropellos y crímenes, valiéndonos del terror. De darse el caso de
que, indignados, los otros se pusieran en contra nuestra, les responderíamos con los
poderes bélicos americanos, chinos o japoneses.
Protocolo VIII
El engaño en los procedimientos. Los colaboradores de la judeomasonería. Nuestras
escuelas especiales y su objeto. Economistas y millonarios. A quienes se deben confiar
los puestos importantes del gobierno.
Debemos apropiarnos de todos los instrumentos y medios que nuestros adversarios
puedan emplear contra nosotros. Nos valdremos de las sutilezas y las delicadezas de la
lengua jurídica cuando tengamos que pronunciar sentencias osadas o injustas. Es
Los protocolos de los sabios de Sión
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necesario expresar dichos fallos en términos que parezcan morales, razonables y justos
ante el pueblo.
Nuestro gobierno habrá de rodearse de los elementos más poderosos de aquella
civilización en la que deba desenvolverse. En su entorno pulularan publicistas,
jurisconsultos, administradores, procuradores, diplomáticos... En fin, hombres
preparados por nosotros en escuelas especiales.
Esos hombres conocerán los secretos de la existencia social, el lenguaje político, los
sentimientos del corazón humano y de sus cuerdas más sensibles (sobre las cuales
tendrán que actuar muchas veces). Estas cuerdas constituyen el espíritu de los gentiles,
sus buenas y sus malas cualidades, sus tendencias y sus vicios, las particularidades de
clase y condición. Queda bien entendido que esos colaboradores geniales de nuestro
gobierno no saldrán de entre los gentiles, habituados a efectuar sus trabajos
administrativos sin cuidar de su utilidad o finalidad. Los administradores cristianos
firman papeles que no leen y sirven por interés o por ambición.
Colmaremos nuestro gobierno de economistas. Las ciencias económicas son las
asignaturas primordiales que les enseñamos a los judíos. Tendremos en nuestro entorno
una pleyade de banqueros, industriales, capitalistas y, sobre todo, millonarios; a la
postre, el dinero lo decidirá todo.
Mientras no estemos completamente seguros de adjudicarles los altos puestos del
gobierno a los judíos, nombraremos personas cuyos antecedentes y reputación sean tan
malos que haya un abismo entre ellos y la nación. Serán hombres tales que, en caso de
desobedecer nuestras órdenes, tengan que esperar una condena o un exilio. Esto se hará
con el objeto de obligarlos a defender nuestros intereses hasta las últimas
consecuencias.
Protocolo IX
Aplicación de los principios masónicos para adoctrinar a los pueblos. Destrucción de
los poderes reinantes. La importancia del antisemitismo. La dictadura de la
judeomasonería. El terror. Los servidores de la judeomasonería. Conflicto entre el
poder y el pueblo. Comunidad de poder con el pueblo. La arbitrariedad liberal.
Corrupción de los goim y sus leyes. Interpretación de las leyes. La metrópolis.
Al aplicar los principios, tenéis que poner mucho cuidado en conocer el carácter
particular de la nación en cuyo seno vais a obrar. Una aplicación general e uniforme de
principios no cosechara éxito antes de que la educación de la nación en cuestión haya
sido reglamentada. Mas, aplicando prudentemente nuestros principios, descubriréis que,
en menos de diez años, dicho pueblo, por obstinado que haya sido, se transformara y se
nos someterá.
Cuando llegue el momento, sustituiremos la locución de orden que ostentamos como
divisa masónica libertad, igualdad y fraternidad no por otras palabras, sino por las
mismas palabras transformadas en ideas. Diremos: el derecho a la libertad, el deber de
la igualdad y el ideal de la fraternidad; de este modo, tendremos encadenada la fiera. De
hecho, ya habremos destruido todos los gobiernos del mundo, excepto el nuestro,
aunque en teoría todavía nos queden algunos por destruir.
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En la actualidad, si algunos gobiernos levantan protestas contra nosotros, lo hacen por
puro formulismo y con nuestro consentimiento, porque precisamos de su antisemitismo
para gobernar a nuestros hermanos menores y mantener la cohesión entre ellos. No creo
necesario tratar exhaustivamente este asunto que ya ha sido objeto de innumerables
discusiones.
En resumidas cuentas, no tenemos obstáculos en el camino. La situación del gobierno
universal ante la ley es tan robusta que una palabra lo indica todo: dictadura. Puedo
afirmar que en el momento actual somos legisladores, dictamos penas, sentenciamos a
muerte o perdonamos; somos algo así como el general en jefe que marcha a la cabeza de
todos los ejércitos. Gobernaremos con mano firme y voluntad de hierro. Nos hemos
apoderado del remanente de un poderoso partido que gobernó en otros tiempos y que
ahora tenemos bien sujeto. Tenemos ambiciones desmedidas, ardiente codicia, venganza
sin piedad y odio reconcentrado.
De nosotros emana el terror que todo lo invade. Disponemos de servidores de todas las
opiniones y todas las doctrinas: restauradores de monarquías, demagogos, socialistas,
comunistas y utopistas de todos tipos. Todos ellos colaboran con nosotros. Cada cual, a
su manera, mina el poder y se esfuerza por derrumbar cuanto se mantiene en pie. Todos
los estados sufren con esas perturbaciones, piden calma y, por amor a la paz, están
dispuestos a hacer sacrificios; pero no les concederemos tregua hasta que reconozcan
abierta y humildemente nuestro gobierno supremo internacional.
Los pueblos reclaman angustiados que es necesario resolver la cuestión social por
medio de convenios internacionales. Las divisiones del pueblo en partidos los ponen a
todos en nuestras manos porque, para sostener su debate, precisan dinero, y el dinero lo
tenemos nosotros.
Podríamos recelar una alianza entre la intelectualidad de los gentiles y la fuerza ciega
del pueblo, mas hemos tomado medidas contra tal eventualidad. Entre ambas potencias
hemos levantado un paredón de miedo reciproco. De este modo, nos apoyamos en el
poder ciego de las masas. Seremos sus únicos jefes y las conduciremos donde nos
convenga.
A fin de que la mano ciega no pueda librarse de nuestra dirección, debemos permanecer
en contacto directo con las masas, si no personalmente, por lo menos mediante nuestros
hermanos más fieles. Cuando seamos un poder reconocido, nos dirigiremos
directamente al pueblo en la plaza pública y lo instruiremos en las cuestiones políticas
tanto como juzguemos necesario.
¿Como verificar que se les enseña a los niños en las escuelas rurales? Debemos pensar
que cuanto digan los delegados del gobierno, y hasta la misma persona reinante, será
conocido en toda la nación y es natural que la voz del pueblo lo divulgue
inmediatamente.
Para no destruir prematuramente las instituciones de los cristianos, las hemos retocado
hábilmente, adueñándonos de los controles de su mecanismo. Antes funcionaban bajo
un régimen severo, pero justo; lo hemos sustituido por la liberalidad desordenada.
Tocamos la justicia, las elecciones, la prensa, la libertad individual y, sobre todo, la
instrucción y la educación, que son el sostén de la existencia libre.
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Mixtificando, hemos embrutecido y corrompido la generación actual de los gentiles con
una educación fundada en principios y teorías falsas inculcadas por nosotros mismos.
Hemos procedido por encima de las leyes en vigor, sin cambiarlas en su esencia; las
hemos desfigurado mediante interpretaciones contradictorias con las que hemos
conseguido resultados prodigiosos. Se han podido comprobar dichos resultados: nuestra
interpretación ocultaba el sentido verdadero de las leyes, que se volvieron ininteligibles,
y ni los gobiernos han podido desembrollar semejante intrincación.
De ahí nació la teoría del tribunal de conciencia. Es decir que, en ciertos casos, no debe
uno sujetarse a la letra de la ley sino juzgar con arreglo a la conciencia.
Se entiende que las naciones podrían empuñar las armas contra nosotros si nuestros
planes fuesen prematuramente descubiertos. Más, en tal caso, pondríamos en acción la
fuerza formidable de que disponemos, y desencadenaríamos una maniobra tan terrible
que haría temblar a las almas más temerarias. Aprovechando las redes ferroviarias y los
alcantarillados, echaríamos a volar las grandes metrópolis con sus instituciones y todos
sus documentos de estado.
Protocolo X
Las apariencias en política. El éxito se impone siempre. El triunfo judío mediante la
mentira y el voto del pueblo. El sufragio universal. Valor personal. Unidad de
pensamiento y de mando. Como socavar las instituciones de los estados de los goim. El
veneno del liberalismo. Estados constitucionales, lucha de partidos, demagogia,
presidentes formados por los judíos. Responsabilidad de los presidentes. Presidentes
desaprensivos. Las cámaras. La ley marcial. La judeomasonería como fuerza
legislativa. La nueva constitución democrática. Preparación a la autocracia judía.
Proclamación del soberano universal judío. Inoculación de dolencias y otros males por
las logias.
Empiezo hoy por reiterar, y os ruego recordar, que los gobiernos y los pueblos solo ven
las apariencias de las cosas. ¿Y como queréis que distingan su sentido íntimo si sus
representantes no piensan más que en divertirse? Es muy necesario, para desarrollar
nuestra política, conocer ese pormenor. Nos favorecerá cuando discutamos la división
del poder, la libertad de palabra y de prensa, la libertad de conciencia, el derecho de
asociación, la igualdad ante la ley, la inviolabilidad de propiedad y domicilio, los
impuestos, y la fuerza retroactiva de las leyes. Todas estas cuestiones son de tal
naturaleza que nunca se deben tocar directa y claramente delante del pueblo. En caso
que fuera necesario abordarlas, no se deben enumerar, sino generalizar que
reconocemos los principios del derecho moderno. La importancia de esta reticencia
consiste en que un principio no especificado nos deja en libertad de excluir lo que no
nos convenga, sin que se note, mientras que si enumeramos los derechos tenemos que
aceptarlos sin reserva.
El pueblo tiene un amor particular y una gran estima por los genios políticos. Por eso
replica ante todos sus actos de violencia con exclamaciones como: ¡es un canalla
completo, pero que hábil!, ¡que canallada, pero que bien hecha y con cuanto
atrevimiento!
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Contamos con persuadir a todas las naciones de colaborar en la edificación de una
nueva morada cuyos planos hemos trazado. Con tal fin en mente precisamos, ante todo,
hacer acopio de esa audacia y esa presencia de ánimo en las personas de nuestros
agentes que barrerán con los obstáculos que se presenten.
Cuando hayamos dado nuestro golpe de estado, les diremos a los pueblos: todo
marchaba espantosamente mal, todos habéis sufrido más de lo que se puede sobrellevar.
Hemos venido a despedazar las causas de vuestros tormentos: las nacionalidades, las
fronteras y la diversidad de monedas. Sois libre de jurarnos o no obediencia; pero, en
justicia, ¿podéis negaros a hacerlo antes de verificar lo que os brindamos?...
Entonces, con el entusiasmo unánime de su esperanza, nos exaltaran y nos llevaran en
andas triunfalmente. El sufragio universal, del cual nos hemos valido para elevarnos y al
que hemos habituado hasta a los últimos integrantes de la humanidad, expresara el
deseo unánime de conocernos para poder juzgarnos. De antemano, habremos preparado
esta postrera representación del sufragio mediante tertulias y asambleas.
Para obtener este resultado, es necesario conducir a todos al sufragio universal, sin
distinción de clases ni de fortunas. Nuestra finalidad es establecer el despotismo de la
mayoría, algo inalcanzable con la concurrencia exclusiva al voto de las clases
inteligentes.
Teniendo así habituada a la gente a la idea de su propio valer, acabaremos con la
importancia de la familia cristiana y su valor educativo. No se permitirá que las
individualidades se destaquen: las masas, guiadas por nosotros, no las dejaran descollar
o tan siquiera hacerse oír. Les enseñaremos a escuchar solamente la voz de quienes les
pagamos su obediencia y atención. De esta suerte, convertiremos al pueblo en una
fuerza ciega, incapaz de moverse sin las orientaciones de los agentes con quienes
habremos sustituido a sus jefes naturales. Se someterán sabiendo que de sus nuevos
jefes habrán de depender todas sus ganancias, recompensas y toda clase de bienes.
Un plan de gobierno debe salir de una sola cabeza, ya que este resultaría incoherente si
diversos intelectos se diesen a la tarea de establecerlo. Por eso debemos conocer el plan
de acción, mas no discutirlo con los de afuera a fin de preservar su carácter genial, el
engarce de sus partes, la fuerza práctica y la significación secreta de cada tema. Que el
sufragio universal discuta y modifique el plan: los esquemas del populacho siempre
preservan la fealdad y la confusión sin profundizar ni discernir entre los recovecos de
nuestros designios.
Es necesario que nuestros planes sean enérgicos y bien calculados. Por eso no debemos
desplegar la labor ingeniosa de nuestro jefe ante las multitudes, ni siquiera someterla al
juicio de un corto número de individuos.
Estos planes no derrocaran por ahora las instituciones modernas. Cambiaran solamente
su economía y, por consiguiente, todo su desarrollo, que se orientara según nuestros
proyectos.
Con distintos nombres, existen entidades similares a estas en todos los países: la
representación, los ministerios, el senado, el consejo de estado, el poder legislativo, el
poder ejecutivo. No es necesario explicaros como se relacionan estas entidades entre si,
Los protocolos de los sabios de Sión
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porque las conocéis. Notad, empero, que cada una de esas entidades corresponde a
alguna función importante del estado. Advertid que es la función y no la institución lo
esencial; por tanto, no son las instituciones las importantes sino sus realizaciones.
Las instituciones se dividen entre si todas las funciones del gobierno: funciones
administrativas, legislativas y ejecutivas. Por eso operan dentro del estado como los
órganos en el cuerpo humano. Si dañamos una parte de la maquina estatal, el gobierno
caerá enfermo, como ocurre con el cuerpo humano, y morirá.
Cuando introducimos en el organismo del estado el veneno del liberalismo,
metamorfoseamos la constitución política. Todos los estados han caído victimas de una
dolencia mortal: tienen infectada la sangre y no nos queda más que esperar el fin de su
agonía.
Del liberalismo han nacido los gobiernos constitucionales que han reemplazado a la
autocracia que les resultaba conveniente a los cristianos. Cualquier constitución, como
sabéis bien, es una escuela de discordias, malentendidos, discusiones, disentimientos, y
estériles agitaciones partidarias. En una palabra, la constitución es la escuela que enseña
como hacerle perder a un estado la individualidad y la personalidad.
La tribuna y la prensa han condenado a los gobiernos a la inacción y a la debilidad,
haciéndolos poco necesarios, casi inútiles. Esto explica que se hayan derrumbado. Así
se hizo factible la llegada de la era republicana y la consiguiente substitución del
gobierno por una caricatura de si mismo. Así tomamos por presidente a uno de nuestros
esclavos. He aquí el túnel que hemos cavado bajo el sostén de los pueblos cristianos.
Dentro de poco, crearemos la responsabilidad de los presidentes. Entonces, al poner en
efecto nuestros planes, la responsabilidad caerá sobre nuestra criatura, nuestro esclavopresidente.
Poco importa que la lista de aspirantes al poder se achique o que, por falta de
hombres capaces, se produzcan conflictos que desequilibren completamente al país.
Para conseguir este resultado, nos las ingeniaremos para hacer elegir presidentes que
tengan en su pasado alguna tacha, o algo que esconder. Se convertirán en fieles
ejecutores de nuestras órdenes por temor a que revelemos sus vicios. Todo aquel que
alcanza el poder desea conservar los privilegios, ventajas y honores ligados a tal
condición. La cámara de los diputados podrá defender, elegir y apoyar presidentes, pero
les quitaremos el derecho de proponer leyes o de modificarlas. Tales derechos serán
atribuidos al presidente responsable, convertido en juguete nuestro.
El poder del gobierno será el blanco de todos los ataques. Le daremos, para que se
defienda, el derecho de apelar a la decisión del pueblo, sin intermedio de sus
representantes. Esto significa que podrá recurrir a nuestro siervo ciego, a la mayoría.
También le daremos al presidente el derecho a declarar la guerra. Afirmaremos este
derecho en el hecho de que el presidente, como jefe de las fuerzas armadas, habrá de
tener todos los efectivos militares a su disposición para defender la nueva constitución
republicana, por la que debe responder. En tales condiciones, la llave de la situación
estará en nuestras manos y ningún otro podrá dirigir al poder legislativo.
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Al introducir la nueva constitución republicana, con el pretexto de salvaguardar el
secreto político, despojaremos a la cámara del derecho de interpelación. Por la nueva
constitución, restringiremos al mínimo el número de representantes, lo que resultara en
la disminución tanto de las pasiones políticas como de la pasión por la política. Si,
contra toda expectativa, se despertasen aun pasiones entre este pequeño numero de
representantes, apelando a la mayoría del pueblo, los reduciremos a nada.
Del presidente dependerán los nombramientos de presidentes y vicepresidentes de la
cámara y del senado. En lugar de las sesiones parlamentarias constantes, las
disminuiremos a unos pocos meses. Además, el presidente, como jefe del poder
ejecutivo, tendrá el derecho de convocar y disolver el parlamento, y en caso de
disolución, podrá retrasar la nueva convocatoria.
Para que las consecuencias de todos estos actos no recaigan sobre el presidente
establecido por nosotros, lo que podría perjudicar nuestros planes, les inculcaremos a
los ministros y a los demás funcionarios que rodean al presidente la idea de pasar por
encima de sus disposiciones, procediendo como deseen; así, cargaran con la
responsabilidad. Antes que a individuos aislados, insinuaremos que se les confíe este
papel al senado, al consejo de estado y al consejo de ministros.
El presidente interpretara, según nuestro deseo, las leyes vigentes que puedan
entenderse de diversas maneras; anulara las leyes cuando le indiquemos la necesidad de
hacerlo; con el pretexto del bien supremo del estado, tendrá derecho de proponer leyes
provisionales, y aun nuevo cambio de constitución, con pretexto del bien supremo del
estado. Estas medidas nos darían el medio de destruir poco a poco y paso a paso todo
aquello que en el momento de posesionarnos del poder nos hayamos visto obligados a
incluir en las constituciones de los pueblos; por este medio pasaremos insensiblemente a
la supresión de toda constitución cuando llegue la ocasión y el momento de agrupar
todos los gobiernos bajo nuestra autocracia.
El reconocimiento de nuestra autocracia puede ocurrir antes de suprimir la constitución
si los pueblos, cansados de los desordenes y de la frivolidad de sus gobernantes,
exclamasen: ¡expulsadlos a favor de un rey supremo que pueda acabar con las causas de
nuestras discordias, las fronteras de las naciones, las religiones, los cálculos de estado;
un rey que nos de la paz y el sosiego que no pueden lograr nuestros gobiernos y
representantes!
Vosotros sabéis muy bien que, para posibilitar tales aspiraciones, es preciso perturbar
constantemente, en todos los países, las relaciones de los pueblos con sus gobiernos. La
finalidad de este proyecto es fatigarlos a todos con la desunión, la enemistad, el odio, el
mismo martirio, el hambre, la inoculación de enfermedades y la miseria; así, los
cristianos no hallaran otro remedio para sus males que no sea nuestra plena soberanía.
Debo añadir que, si les concediésemos el menor respiro a los pueblos, tal vez jamás se
presente la ocasión de subyugarlos.
Protocolo XI
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El programa de la nueva constitución. Algunos pormenores sobre el golpe de estado
propuesto. Los gentiles tratados como carneros. La francmasonería secreta y sus logias
de fachada.
El consejo de estado servirá para confirmar el poder del gobierno. Bajo la apariencia de
cuerpo legislativo, será, en realidad, un comité para la redacción de leyes y decretos del
gobernante.
He hache como elaboraremos la nueva constitución. Crearemos la ley, el derecho y el
tribunal:
1.- como propuestas al cuerpo legislativo;
2.- por decretos presidenciales en forma de órdenes generales, por actos del senado y
por mandatos ministeriales que procedan del consejo de estado;
3.- si resulta oportuno, por golpe de estado.
Una vez planteado este aproximado modus agendi, examinemos las medidas de que nos
valdremos para rematar la transformación del estado en el sentido deseado. Me refiero a
la libertad de la prensa, al derecho de asociación, a la libertad de conciencia, al principio
electivo y a otros temas que habrán de desaparecer del repertorio humano o ser
radicalmente alterados en la nueva constitución.
Llegado ese momento, podremos publicar de una vez el conjunto de nuestras
disposiciones. Mas adelante, cualquier mudanza apreciable resultara peligrosa: de
operarse el cambio en un clima de rigurosa severidad, puede provocar el desespero ante
el temor a nuevas modificaciones del mismo tenor; si, por el contrario, se actúa en favor
de desaprobaciones ulteriores, se dirá que nos habíamos equivocado (lo que empañara la
aureola de infalibilidad del nuevo poder) o que, por temor, hemos hecho justas
concesiones (que nadie ha agradecido). En uno u otro caso, se hallaría comprometido el
prestigio de la reciente constitución. Nos interesa que, desde el día de su proclamación,
cuando los pueblos estén estupefactos ante el terror y la perplejidad, reconozcan que
somos tan fuertes, invulnerables y poderosos que para nada contaremos con ellos.
Desestimaremos sus opiniones y sus deseos, estando dispuestos y en condiciones de
reprimir toda expresión o manifestación de esas aspiraciones y de esas opiniones.
Nuestra autoridad será indiscutible: nos habremos apoderado de un golpe de todo
cuanto precisamos y no lo compartiremos con nadie. Entonces, cerraran los ojos y
esperaran el desarrollo de los acontecimientos.
Los cristianos son un rebaño de carneros ¡y nosotros somos el lobo! ¡Ya sabéis lo que
les sucede a los carneros cuando el lobo entra al redil!
Cerraran los ojos ante todo. Prometeremos restituirles las libertades confiscadas una vez
que los enemigos de la paz, al igual que todas las facciones, hallan sido reducidos a la
impotencia. No necesito aclarar que esperaran indefinidamente la vuelta al pasado.
¿Para que creéis que hemos inventado y les hemos inspirado a los cristianos toda esta
política sin dejarlos comprenderla? ¿Para que sino para conseguir secretamente lo que
nuestra raza dispersa no podría alcanzar abiertamente? Esta ha sido la base de la
Los protocolos de los sabios de Sión
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francmasonería secreta, cuyos designios no sospechan los ineptos cristianos,
convocados por nosotros al ejército perceptible de las logias para distraer las miradas de
sus propios hermanos.
Dios nos ha dado a nosotros, su pueblo elegido, la dispersión, y en esta flaqueza se halla
la fuerza que nos impulsa hoy al umbral del dominio universal. Nos resta ya poco por
edificar sobre estos cimientos.
Protocolo XII
La libertad según la judeomasoneria. La prensa bajo el poder judiomasónico. Control
de la prensa. El progreso según la francmasonería. Trascendencia de la prensa.
Solidaridad entre la masonería y la prensa actual. Enardecimiento de las exigencias
sociales provinciales. Infalibilidad del nuevo régimen.
Definiremos de la siguiente manera la palabra libertad (porque puede interpretarse de
diferentes maneras). La libertad es el derecho a hacer lo que permite la ley. En nuestro
día, tal interpretación colocara toda libertad en nuestras manos; según el programa
expuesto, las leyes demolerán o instituirán lo que nos convenga.
Con la prensa obraremos del modo siguiente. ¿Que papel representa actualmente la
prensa? Sirve para encender las pasiones y mantener los egoísmos partidarios. Es vana,
injusta, mentirosa, y la mayoría de las personas no comprenden su utilidad. La
sellaremos y le pondremos freno, como haremos con las demás obras impresas; ¿de que
nos servirá desembarazarnos de la prensa si fuésemos blanco de las demás
publicaciones y de los libros? Transformaremos la publicidad, que ahora nos sale tan
cara; es gracias a esta que hoy podemos censurar los periódicos. Estableceremos un
impuesto especial para la prensa. Exigiremos una participación en las ganancias de
periódicos y editoras. Así, nuestro gobierno quedara a salvo de los ataques de la prensa.
Oportunamente, impondremos multas inmisericordemente. Tanto las multas como los
impuestos engrosaran los cofres del estado.
Es cierto que los periódicos de los partidos podrían resultar más perniciosos que las
perdidas de dinero; de ser así, los suprimiremos a raíz de su segunda acometida. Nadie
habrá de manchar el mito de nuestra infalibilidad gubernamental. Para suprimir un
periódico, diremos que agita los ánimos sin razón y sin motivo.
Se habrá de notar que, entre los jornales que nos ataquen, habrá muchos creados por
nosotros mismos. Estos atacaran exclusivamente los puntos que deseamos modificar.
Sin nuestro visto bueno, nada le será comunicado a la sociedad. Esto último ya se ha
logrado. Hoy día, las noticias de todas partes del mundo son recibidas por diversas
agencias que las centralizan. Estas agencias son enteramente nuestras y revelan
solamente lo que les permitimos publicar.
En la actualidad, hemos sabido apoderarnos del ánimo de las sociedades cristianas de tal
modo que, en todas partes, miren los acontecimientos mundiales a través de los prismas
que colocamos delante de sus ojos. Ya no hay muros en ningún estado que nos impidan
entrar a lo que los cristianos denominan tontamente secretos de estado. ¿Que será
Los protocolos de los sabios de Sión
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cuando seamos los dueños reconocidos del universo en la persona de nuestro rey
universal?
Quien quiera ser editor, librero o impresor estará obligado a obtener un diploma que, en
caso de su poseedor cometer una falta cualquiera, le será retirado inmediatamente. Con
tales medidas, la maquina del pensamiento se convertirá en un medio de formación en
las manos de nuestros gobiernos; nuestro mando no les consentirá que las masas
divaguen sobre la utilidad del nuevo desarrollo.
¿Quien entre nosotros ignora que los bienes ilusorios llevan directamente a los sueños
absurdos? De dichos sueños se han originado las relaciones anárquicas de los hombres
entre si y con el poder. Es que el progreso, o mejor dicho, la representación de tal le ha
dado pie a ideas de incontables e ilimitadas emancipaciones.
Todos aquellos que llamamos liberales son anarquistas, si no de hecho, por lo menos de
pensamiento. Protestando por el mero placer de refunfuñar, persiguen las ilusiones de la
libertad y caen en la anarquía.
Volvamos a la prensa. Le impondremos gravámenes como a todo cuanto se imprima.
Serán impuestos ascendientes según el número de folios. Las publicaciones de menos de
30 paginas, registradas como folletos, tributaran el doble; se busca así, por una parte,
reducir el numero de revistas, que son el peor de los venenos y, por otra, obligar a los
escritores a producir libros tan largos y caros que se lean poco. Por el contrario, los que
editemos nosotros para el bien común y con la tendencia establecida serán económicos
y leídos por todos. Los impuestos acabaran con el vano deseo de escribir, y el miedo a
la sanción someterá a los literatos.
Si alguien volviese su pluma contra nosotros, no hallara quien quiera imprimir sus
escritos. Antes de consentir a imprimir una obra, el editor o impresor consultara a las
autoridades a fin de obtener la autorización necesaria. De este modo, conoceremos de
antemano las emboscadas que nos tiendan y contraatacaremos, dando explicaciones con
antecedentes sobre el asunto tratado.
La literatura y el periodismo son los medios educativos más importantes. Por eso,
nuestro gobierno será el propietario de la mayoría de los periódicos. Así, la influencia
perniciosa de la prensa particular quedara neutralizada y obtendremos una autoridad
enorme sobre el publico. Si autorizamos la publicación de diez periódicos, fundaremos
treinta de los nuestros.
Los periódicos que editemos serán, aparentemente, de tendencias y opiniones opuestas.
Esto habrá de inducirles confianza a todos y habrá de atraer, sin recelo, a adversarios
que caerán en la trampa y se volverán inofensivos.
En primera plana, desplegaremos los órganos de carácter oficial; estos siempre velaran
por nuestros intereses y no nos habrán de quitar el sueño. En segundo lugar,
colocaremos los oficiosos, cuyo papel será el de atraer a los indiferentes y a los
amorfos. En la tercera fila, instalaremos a la presunta oposición: al menos un periódico
colaborara con nosotros como el antípoda de nuestras ideas. Nuestros adversarios
tomaran a este falso opositor como su aliado y se nos revelaran por el.
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Nuestros periódicos serán de todas las tendencias: aristocráticos, republicanos,
revolucionarios y hasta anarquistas; esto, por supuesto, mientras dure la constitución.
Tendrán, como el dios indio visnu, cien manos, cada una de las cuales acelerara la
transmutación de la sociedad. Estas manos conducirán la opinión como le convenga a
nuestros intereses (un hombre alterado pierde la facultad de razonar y se abandona
fácilmente a la sugestión). Los imbéciles que crean seguir la opinión de su partido
repetirán la nuestra, o la que nos convenga. Se verán siguiendo el órgano de su partido
sin saber que, en realidad, escoltan la bandera que enarbolamos ante sus ojos.
Para dirigir en dicho rumbo nuestro ejercito de periodistas, organizaremos esta labor
cuidadosamente. Bajo el nombre de oficina central de la prensa estableceremos
reuniones literarias en las que nuestros agentes darán, sin que nadie sospeche, la palabra
de orden y las normas. Discutiendo y contradiciendo nuestras iniciativas de una manera
superficial, sin penetrar el fondo de los asuntos, sostendrán inútiles polémicas con los
periódicos oficiales a fin de procurarnos los medios de pronunciarnos mas claramente,
lo que no es conveniente hacer durante las primeras declaraciones oficiales.
Estos ataques servirán, además, para que nuestros súbditos juzguen garantizada la
libertad de palabra. Así, nuestros agentes tendrán pretextos para afirmar que quienes nos
impugnan son unos charlatanes sin argumentación para refutar seriamente nuestros
proyectos.
Tales procesos, inadvertidos para la opinión pública pero seguros, nos atraerán
ciertamente la atención y la confianza publica. Gracias a ellos, agitaremos o calmaremos
los ánimos en cuestiones políticas según sea preciso, convenciendo o suscitando dudas,
publicando la verdad o la mentira, confirmando o contradiciendo según el efecto
deseado, pero tanteando siempre el terreno que habremos de pisar.
Venceremos a nuestros adversarios porque ellos no dispondrán de órganos que puedan
dirigir la opinión hasta las últimas consecuencias, como nosotros. No tendremos ni
siquiera necesidad de largas y profundas refutaciones. En caso de necesidad,
refutaremos enérgicamente en la prensa oficiosa los globos de ensayo lanzados por
nosotros mismos en la tercera categoría de nuestra prensa.
En este momento, existe ya la solidaridad francmasónica dentro del marco del
periodismo francés. Todos los órganos de la prensa están ligados entre si por el secreto
profesional; como los antiguos augures, ninguno de sus integrantes revelara el secreto si
no recibe la orden de hacerlo. Ningún periodista osara traicionar este secreto, ya que no
será admitido a la profesión quien no tenga en su pasado alguna falta vergonzosa: en
caso de deslealtad, esta mancha será inmediatamente revelada. Mientras que estos
estigmas sean conocidos solamente por unos pocos, la aureola del periodista seguirá
atrayéndonos la opinión de la mayoría que le sigue con entusiasmo.
Nuestros cálculos se proyectan principalmente sobre las provincias. Es necesario que
excitemos en ellas esperanzas y aspiraciones opuestas a aquellas de la capital, que
haremos pasar como espontáneas. Claro esta que la fuente de la discordia siempre
seremos nosotros.
Mientras no disfrutemos del poder absoluto, tendremos necesidad de arrollar las
capitales con las opiniones del pueblo provincial, es decir, por la mayoría manejada por
Los protocolos de los sabios de Sión
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nuestros delegados. Es necesario que en las capitales, en el momento crítico, no se
discuta el hecho consumado por haber sido ya aceptada por la mayoría provincial.
Cuando pasemos al nuevo régimen que preparara la llegada de nuestro reinado, no
podremos tolerar la revelación de la deshonestidad pública por la prensa. Será necesario
que se crea que el nuevo régimen satisface de tal modo a todos que hasta los crímenes
desaparecen. Los casos de manifestaciones criminales serán conocidos solamente por
las victimas y los testigos presenciales.
Protocolo XIII
El yugo del pan. Las cuestiones políticas. Problemas económicos del comercio y de la
industria. Las diversiones. Las casas del pueblo. Teorías para el consumo de los goim.
La única verdad de los judíos. Los grandes problemas.
La necesidad del pan cotidiano acalla a los cristianos y los convierte en humildes
servidores nuestros. Los agentes que hemos reclutado entre ellos para nuestra prensa
discutirán, por orden nuestra, lo que no nos conviene publicar oficialmente.
Paralelamente, aprovechándonos de los rumores suscitados por estas discusiones,
tomaremos las medidas que nos parezcan útiles y se las presentaremos al público como
hechos consumados. Nadie osara reclamar la anulación de lo que haya sido resuelto,
mucho menos habiendo sido esto presentado como un paso adelante.
Por otra parte, la prensa llamara la atención sobre nuevos asuntos. Tenemos ya
acostumbrados a los hombres a las novedades, como sabéis.
Algunos imbéciles, creyéndose instrumentos del destino, se lanzaran sobre las nuevas
cuestiones sin percatarse de que no comprenden nada de lo que quieren discutir. Las
cuestiones políticas no le son asequibles a nadie, salvo a aquellos que las inventaron
hace siglos y las dirigen.
Por todo esto veréis que, procurando la opinión de la multitud, facilitamos la realización
de nuestros designios; también podéis notar que aparentamos buscar la aprobación, ya
no de nuestros actos, sino de las palabras que hemos pronunciado en esta o aquella
ocasión. Constantemente proclamamos que a nuestras acciones les sirve de guía la
esperanza, conjuntamente con la certeza de hacerles el bien a todos.
Para distraer a los hombres inquietos por las cuestiones políticas, haremos resaltar los
asuntos nuevos de la industria y del comercio. Que desahoguen su alarma en ellos. Las
masas se calmaran dándose a nuevas ocupaciones. Reposaran así de la pretendida
actividad política a que las teníamos habituadas para aprovecharlas en la lucha contra
los gobiernos cristianos. Les inculcaremos, más o menos, la misma dirección política. A
fin de despachar la reflexión, desviaremos el pensamiento del pueblo hacia los juegos,
las diversiones, las pasiones, las casas de prostitucion, etc.
Seguidamente, presentaremos en la prensa concursos de arte y de incontables y variadas
actividades deportivas: estos intereses alejaran los ánimos de todo cuanto pudiera
enfrentarnos al pueblo. Los hombres, desacostumbrándose cada vez mas a pensar por si
mismos, acabaran por hablar unánimemente de nuestras representaciones. Seremos los
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únicos en proponer nuevas avenidas para el pensamiento; para esto, nos valdremos de
personas que, sin que se sepa, sean solidarias nuestras.
El papel de los utopistas liberales habrá terminado cuando nuestro régimen sea
reconocido. Hasta entonces, nos prestaran un gran servicio. Por eso todavía ahora
seguimos impulsando y estimulando a las inteligencias a inventar toda clase de teorías
fantásticas, nuevas y que dan en llamar progresistas. Es la forma de lograr que pierdan
la cabeza los cristianos imbéciles con la palabra progreso. No habrá un solo discernidor
entre los goim que descubra agazapada bajo esta palabra la evasión de la verdad
respecto a todo cuanto no sea del mundo material. Es que la verdad es una y en ella no
cabe el progreso. El progreso, como toda idea falaz, es útil para oscurecer la verdad a
fin de que nadie la conozca salvo nosotros, los elegidos por Yahvé para salvaguardarla.
Con el advenimiento de nuestro reinado, se disertara sobre las grandes conmociones que
han empujado a la humanidad finalmente a nuestro régimen benéfico. ¿Quien descubrirá
entonces que dichas conmociones fueron provocadas por los judíos de acuerdo a un plan
político que nadie descubrió durante largos siglos?
Protocolo XIV
Abolición de todas las religiones salvo la de moisés. Dominación judía. Misterios de la
religión judía. Artículos inmorales y literatura del porvenir.
Cuando nos llegue la hora, no reconoceremos ningún culto que no sea el de nuestro
dios. Nuestro pueblo esta unido al dios judío. Somos el pueblo escogido y nuestro
destino es el del mundo.
Por ser los elegidos, debemos destruir a las demás creencias. Si así hacemos ateos,
mejor. De esta manera, todos escucharan nuestras predicas sobre la religión de moisés.
Este procedimiento bien pensado nos llevara a la conquista de todos los pueblos.
Así brillara la verdad mística donde reposa la fuerza educadora de nuestra religión.
Divulgaremos tratados comparando nuestra provechosa administración con las del
pasado. Llegado el sosiego luego de siglos de agitación, se verán los beneficios de
nuestro señorío.
Relataremos una y otra vez los errores administrativos de los cristianos con los más
vivos colores. Tanto horror y repugnancia hacia ellos provocaremos, que los pueblos
preferirán el descanso de la esclavitud a los famosos derechos de la libertad que por
tanto tiempo los trajeron atormentados y los privaron hasta de los medios necesarios de
subsistencia; que los hicieron ser explotados por una turba de aventureros, sin poder
siquiera saber que era lo que hacían.
Los cambios inútiles de gobierno que les imponíamos a los cristianos habrán agotado a
los pueblos; los electores optaran por soportarnos antes que arriesgarse a nuevas
agitaciones. Señalaremos especialmente las faltas históricas de aquellos gobiernos
cristianos que han atormentado durante siglos a la humanidad buscando ilusorias
mejoras (los gentiles empeoraban con sus proyectos las sociedades). Las relaciones
entre el gobierno y los gobernados son la base de la convivencia humana. La integridad
Los protocolos de los sabios de Sión
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de nuestros principios, y las medidas que tomemos para aplicarlas, establecerán un claro
contraste con el antiguo régimen social fracasado.
Nuestros filósofos discutirán todos los defectos de las creencias cristianas. Sin embargo,
no se habrán de revelar jamás las miras reales de nuestra religión: solamente nosotros,
que somos leales, las conocemos a fondo.
En los países que se denominan avanzados hemos creado una literatura loca, sucia y
abominable. Cuando lleguemos al poder, la estimularemos aun mas; así estableceremos
el contraste entre nuestro programa y estos desaciertos. Nuestros sabios, adiestrados en
el pastoreo de los cristianos, aderezaran proyectos que nos permitan dirigir las
inteligencias hacia las ideas que queremos imponerles.
Protocolo XV
Revoluciones simultaneas. Ejecuciones. Prohibiciones de sociedades secretas. Porvenir
de la francmasonería no judía. Autocracia judía por el terror. Multiplicación mundial
de las logias francmasónicas. Dirección central de las logias por los sabios de Sion. El
espionaje y la judío-masonería. La judío-masonería dirige todas las sociedades
secretas. Como pretenden engrandecerse los goim. Colectivismo. Amedrentar por
medio del terror sin contar las victimas. Victimas de la masonería. Liberalismo para los
goim. La ley y el poder de los gentiles pierden todo su prestigio. El pueblo elegido. Las
leyes judías serán cortas y claras. La obediencia. Castigos extremos contra los abusos
del poder. Limite de edad que consideran los judíos. El liberalismo será prohibido a los
jueces y a los altos funcionarios. El oro del mundo. Autocracia de la judío-masonería.
Supresión del derecho de apelación. Aspecto patriarcal del gobierno de nuestro jefe
mundial. Apoteosis del rey judío del mundo. El despotismo del derecho judío. El rey de
los judíos, patriarca del mundo.
Iniciaremos nuestro dominio apoyándonos en golpes de estado preparados por todas
partes para un mismo día. Al lograr la declaración terminante de la nulidad de todos los
gobiernos existentes (tal vez pasara un siglo antes que esto suceda), nos mantendremos
vigilantes de que no haya complots contra nosotros. Para conseguirlo, condenaremos a
muerte a quienes no depongan las armas ante nosotros. La creación de cualquier
sociedad secreta acarreara también la pena de muerte; aquellas que ya existen y nos
sirven serán abolidas y sus miembros (francmasones cristianos que saben demasiado)
serán exilados lejos de Europa. Aquellos que marginemos por alguna razón, vivirán en
perpetuo pavor al destierro. Proclamaremos una ley contra todos los antiguos miembros
de las sociedades secretas; estos deberán salir de Europa, centro de nuestro gobierno.
Nuestras decisiones respecto a esta cuestión serán definitivas e inapelables.
Como hemos sembrado la disensión y el abucheo en las sociedades cristianas, para
restablecer el orden serán precisas medidas enérgicas que avalen un poder inflexible. Es
inútil considerar aquellos que hayan de caer con tal de alcanzar el bien venidero.
Todo gobierno que quiera perpetuarse, aparte de ejercer sus privilegios, debe cumplir
sus deberes y lograr el bien, ya sea a costa de sacrificios. Para que un gobierno sea
inamovible, es preciso fortalecer el lustre de su poder; esto se obtiene mediante el
ejercicio de una inflexibilidad majestuosa, marcada por la inviolabilidad mística de la
Los protocolos de los sabios de Sión
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preferencia divina. Así se mantuvieron nuestros enemigos: los autócratas rusos y el
papado.
Recordemos el ejemplo de Italia en tiempos de Sila. El país estaba inundado de sangre
derramada a causa de este; sin embargo, nadie le tocaba un cabello al dictador porque
estaba deificado por el poder que le otorgaba el mismo pueblo que martirizaba. No
obstante, el regreso valeroso del dictador a Italia lo hizo inviolable. El pueblo respeta
siempre a quien le hipnotiza con su valor y fortaleza de ánimo.
Mientras preparamos nuestro reinado, crearemos y aumentaremos las logias masónicas
en todos los países del mundo. Reclutaremos para estas a quienes nos sirvan o puedan
sernos útiles como agentes. Estas logias nos abastecerán de información y colaboraran
con nosotros cuando sea preciso influir dinámicamente sobre la sociedad.
Discretamente, centralizaremos la administración de las logias, reservándoles a nuestros
sabios su dirección. Las logias tendrán sus representantes (que dictaran el programa);
pero, tras ellos, estará siempre oculta la gerencia judía. Estas logias se convertirán en
campos de entrenamiento de todos los elementos revolucionarios y liberales: abarcaran
todas las clases sociales. Por conducto de las logias, conoceremos los proyectos
políticos más secretos de los gobiernos; con este conocimiento anticipado, nos haremos
de la dirección de dichos proyectos desde su aparición.
Entre los miembros de las logias se hallaran casi todos los agentes de la policía nacional
e internacional, porque sus servicios son indispensables. Además de tomar medidas
contra nuestros adversarios, la policía, podrá ocultar nuestros actos, fabricar pretextos
para atacar a los insubordinados, etc.
En las sociedades secretas ingresan generalmente los ambiciosos, los aventureros y
demás gente que, por una u otra razón, quiere abrirse paso. Esta es gente sin escrúpulos,
con quienes nos será fácil entendernos para avanzar nuestra causa.
Si se verifican desordenes, es que hemos tenido necesidad de ellos para destruir una
solidaridad demasiado grande. Si surge un complot, su jefe solamente podrá ser uno de
nuestros más fieles servidores. Es natural que seamos nosotros solamente quienes
manejemos los asuntos de la francmasonería, porque sabemos donde vamos y
conocemos la finalidad de cada diligencia; los cristianos no saben nada, ni siquiera el
resultado inmediato: se contentan ordinariamente con un éxito momentáneo de amor
propio en la ejecución de sus planes, sin ver que dichos planes les han sido sugeridos
por nosotros mismos.
Los cristianos entran en las logias por curiosidad o con la esperanza de saborear el
banquete social con nuestra ayuda; algunos lo hacen por tener la posibilidad de expresar
delante del público sus sueños irrealizables: estos tienen sed de la exaltación del triunfo
y de los aplausos que dispensamos generosamente. Les concedemos estos logros para
explotar la satisfacción que sienten; así reciben nuestras indicaciones sin notarlo,
plenamente persuadidos de expresar sus propias ideas (no de haberse apropiado de las
nuestras).
No os podéis imaginar cuan fácilmente se puede conducir al mas inteligente de los
cristianos a una ingenuidad inconsciente, a condición de dejarlo satisfecho de si mismo.
Los protocolos de los sabios de Sión
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De igual manera, resulta sencillo descorazonarlos con cualquier fracaso (aunque solo
sea negándoles el aplauso), y atraerlos a una obediencia servil a cambio de alcanzar
nuevos triunfos.
Así como los nuestros desdeñan el éxito con tal de llevar a cabo sus proyectos, los
cristianos son capaces de sacrificar todos sus proyectos con tal de obtener el éxito. Esta
mentalidad facilita considerablemente la tarea de dirigirlos. Estos presuntos tigres tienen
alma de carnero y la cabeza completamente vacía. Sueñan tranquilamente en destruir la
individualidad humana con la unidad simbólica del colectivismo. No han comprendido
ni comprenderán jamás que esta fábula viola las leyes de la naturaleza: si unos seres son
diferentes a los otros es precisamente para que afirmen su individualidad.
El hecho de que hayamos podido conducirlos a esta locura y ceguera demuestra
claramente cuan poco desarrolladas está sus inteligencias en comparación a las nuestras.
Esta circunstancia es la mayor garantía de nuestra victoria.
¡Cuanta clarividencia la de nuestros antiguos sabios que decía que para conseguir un fin
no hay que detenerse ante ningún obstáculo ni contar las victimas sacrificadas! No
hemos contado los ineptos cristianos victimizados. Aunque hayan caído muchos de los
nuestros, hemos conquistado la tierra para nuestro pueblo. Jamás imaginaron tener tanto
poder. Las victimas, relativamente poco numerosas, nos han salvado de malograrnos.
La muerte es el fin inevitable de todos. Vale mas acelerar el fin de quienes le ponen
obstáculos a nuestra obra que aniquilar a los que hemos creado. Liquidaremos a los
francmasones de modo que nadie, salvo sus hermanos, pueda sospechar (ni siquiera las
victimas de nuestras condenas); cuando sea necesario, morirán como de una enfermedad
cualquiera. Sabiendo esto, la propia cofradía no osara protestar. Estas medidas
extirparan del seno de la masonería todo germen de protesta. A la vez que predicamos
entre los cristianos el liberalismo, mantenemos a nuestro pueblo y a nuestros agentes en
una obediencia completa.
Gracias a nuestra influencia, la ejecución de las leyes de los cristianos ha quedado
reducida al mínimo. El prestigio de las leyes fue minado por las interpretaciones
liberales que hemos introducido en ellas.
En las causas y las cuestiones de política de principios, los tribunales deciden según les
hemos prescrito, mirando las cosas con el prisma que les damos. Intervendrán para esto
personajes de la opinión periodística y demás medios con las cuales no tenemos relación
aparente. Los mismos senadores y la administración superior aceptaran ciegamente
nuestros concejos.
La inteligencia puramente animal de los cristianos no es capaz de analizar ni de
observar, y mucho menos de prever donde pueden conducir ciertos modos de presentar
una cuestión. Al comparar esta diferencia de aptitudes para discurrir entre los cristianos
y nosotros, se puede ver claramente la señal de los elegidos y la marca de nuestra
naturaleza sobrehumana. El espíritu de los cristianos es instintivo y animal; ven, pero no
prevén ni inventan nada fuera del mundo material. hache se ve claramente como la
naturaleza misma nos ha destinado para dirigir, para gobernar al mundo.
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Cuando nos haya llegado el momento de gobernar abiertamente y de mostrar los
beneficios de nuestro gobierno, reformaremos todas las legislaturas. Nuestras leyes
serán breves, claras e inmutables, sin comentarios, para que todos puedan entenderlas
bien. El rasgo predominante de estas leyes será una obediencia a la autoridad llevada a
lo sublime.
Entonces desaparecerán los abusos en virtud de la autoridad superior del representante
del poder. Los abusos de poder de los funcionarios inferiores serán castigados tan
severamente que cada uno de ellos perderá la voluntad de tentar la experiencia.
Vigilaremos cada acto de la administración, porque de esta depende la marcha de la
maquina gubernamental. La licencia en la administración produce la licencia universal.
Los casos de ilegalidad o de abuso serán castigados de manera ejemplar.
El recelo, la complicidad solidaria entre los funcionarios de la administración
desaparecerán una vez presenciados los primeros correctivos rigurosos. El lustre del
poder exige castigos eficaces, es decir, crueles, por la menor infracción de la ley, ya que
toda infracción atenta contra el prestigio de la autoridad. El condenado severamente
castigado será como un soldado caído en el campo de batalla administrativo en
provecho de la autoridad y la ley, que no admiten que un interés particular, así sea de
quienes dirigen el vehículo social, prevalezca sobre la función pública.
Nuestros jueces sabrán que, de mostrarse compasivos, violan la ley justa, instituida para
enseñar a los hombres castigando sus faltas: no deben mostrarse generosos. En la vida
privada, es permitido dar pruebas de estas cualidades, pero nunca en la realidad publica,
que es la base de la educación de la vida humana.
El personal judicial no podrá servir pasados los cincuenta y cinco años de edad. En
primer lugar, los viejos son más obstinados en sostener sus opiniones preconcebidas y
están menos dispuestos a obedecer las nuevas ordenanzas. En segundo lugar, esto nos
facilitara la renovación del personal que nos estará mejor sometido. Quien quiera
conservar su puesto habrá de obedecer ciegamente a fin de merecerlo.
En general, nuestros jueces serán escogidos entre aquellos que sepan bien que su papel
es castigar y aplicar las leyes, no practicar el liberalismo en detrimento del estado, como
hacen actualmente los cristianos. Los cambios de personal servirán también para
destruir la solidaridad de clase, ligando a todos a los intereses del gobierno, del cual
depende su suerte. La nueva generación de jueces será educada de tal modo que
considerara inadmisible los abusos que pudieran deteriorar el orden establecido cuando
oigan las causas entre súbditos.
En nuestros días, los jueces cristianos no tienen una idea precisa de su tarea. Se
muestran indulgentes con todos los crímenes porque los gobiernos actuales los nombran
sin antes inspirarles el sentimiento del deber y la conciencia de la tarea que se espera de
ellos. Así como un animal envía a sus cachorros a la caza de su presa, los cristianos les
dan a sus súbditos puestos bien remunerados sin cuidado de explicarles la finalidad de
dichos destinos. Así sus gobiernos se destruyen con sus propias fuerzas por los actos de
su propia administración.
Extraigamos de los resultados de estos actos una lección mas para nuestro régimen.
Expulsaremos al liberalismo de todos los puestos importantes que influyan en la
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educación de nuestros subordinados o en nuestro orden social. Únicamente serán
admitidos para estos puestos aquellos que hayamos preparado nosotros mismos para
administrar.
Se podrá objetar que el despido de los antiguos funcionarios le costara caro al tesoro.
Responderemos que se les procurara algún destino particular para reemplazar el cargo
público perdido. además, estando todo el dinero del mundo concentrado en nuestras
manos, nuestros gobiernos no tendrán que temer gastos excesivos.
Nuestro absolutismo será consecuente en todo. Por eso nuestra gran voluntad será
respetada y cumplida sin discusión cada vez que se de una orden. No aceptaremos
críticas ni descontentos y castigaremos cualquier desorden con penas ejemplares.
Aboliremos el recurso de casación, del cual dispondremos solamente nosotros, los
gobernantes; no debemos dejar nacer entre el pueblo la idea de que nuestros jueces
hayan podido dar alguna vez una sentencia injusta. Si esto llegase a suceder, casaríamos
nosotros mismos la sentencia, dictando un castigo modelo contra el juez que no
comprendió su deber ni su papel para que eso jamás se repita.
Repito que conoceremos cada paso que de nuestra administración, vigilando bien para
que el pueblo este satisfecho de nosotros. El pueblo esta en su derecho de exigir de un
buen gobierno buenos funcionarios.
Nuestro gobierno asumirá el aspecto de una tutela patriarcal. Nuestros súbditos verán
manifestarse en tal al padre que se preocupa de todas sus necesidades, de todas sus
acciones, de todas las relaciones reciprocas de los súbditos entre si (así como de sus
relaciones con el gobierno). Entonces se les inculcara la idea de que, si quieren vivir en
paz y tranquilidad, no pueden prescindir de tal tutela y dirección; ellos acataran la
autocracia con una veneración rayana en la adoración, sobre todo cuando se convenzan
de que nuestros funcionarios no se extralimitan en sus funciones, sino que cumplen
ciegamente nuestras órdenes.
Quedaran bien satisfechos de que hayamos reglamentado sus vidas como padres
prudentes que quieren educar a sus hijos en los sentimientos del deber y de la
obediencia. Los pueblos en relación a nuestra política, y sus secretos, son hijos menores
eternamente, como ahora lo son los actuales gobiernos.
Como veis, fundo nuestro despotismo sobre el derecho y el deber. El derecho de exigir
el cumplimiento del deber es la primera obligación de un gobernante que sea un padre
para sus súbditos.
Tiene el derecho el más fuerte y debe usar de el para dirigir a la humanidad hacia el
orden establecido por la naturaleza: hacia la obediencia. El mundo esta jerarquizado, ya
sea en los hombres, en las circunstancias o en su propia naturaleza; siempre domina el
más fuerte. Seamos, pues, los mas fuertes por el bien de la humanidad.
Debemos saber sacrificar sin vacilaciones a ciertos violadores del orden establecido
porque hay una gran fuerza educadora en el castigo ejemplar del mal. Cuando el rey de
Israel se ponga la corona que Europa entera le ofrezca, será el patriarca del mundo. Las
victimas que precise hacer para lograrlo no se aproximaran jamás al número de los
Los protocolos de los sabios de Sión
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sacrificados durante siglos por la locura de las grandezas y por la rivalidad de los
gobiernos cristianos.
Nuestro rey estará constantemente comunicado con el pueblo. Les dirigirá discursos
desde la tribuna que la fama esparcirá por el mundo entero.
Protocolo XVI
transformación judeomasónica de la enseñanza. Las escuelas y sus diferentes clases.
Las escuelas al servicio de nuestro soberano. Abolición de la libertad de enseñanza.
Las doctrinas judías consideradas como dogma de fe. Abolición del pensamiento libre.
educación superficial. Lecciones intuitivas.
Con miras a despedazar todo empuje colectivo que no sea el nuestro, suprimiremos las
universidades vigentes y fundaremos otras sobre nuevos principios. Los maestros y
profesores aplicaran secretos planes de acción; no podrán desviarse, bajo ningún
pretexto, de dichos esquemas. Serán designados con precaución y dependerán
completamente del gobierno.
Excluiremos de la enseñanza tanto el derecho civil como el derecho político. Estos
cursos se les impartirán exclusivamente a un puñado de personas seleccionadas en base
a su talento.
Las universidades no deben avalar simplones con intereses políticos y proyectos de
reformas. Los graduados no deben comprender de política mas que lo que saben sus
propios padres. El desconocimiento de los asuntos políticos es surtidor de utopías y
embrión de malos ciudadanos: para entender esto, solo hay que ver a los cristianos y a
los goim.
Nos ha sido preciso permear su educación de calamitosos principios para aniquilar el
orden social. Pero cuando nosotros tomemos el poder, distanciaremos de la instrucción
todo cuanto pueda causar trastornos; convertiremos a la juventud en una tropa obediente
a la autoridad, considerada con quienes la gobiernan por entender que son la esperanza
de la paz y la calma.
Reemplazaremos el clasicismo, así como todo estudio de la historia antigua (que
presenta muchos mas ejemplos malos que buenos), por el estudio del porvenir.
Borraremos de la memoria de los hombres todos los hechos de los siglos pasados que no
sean agradables y que no nos convengan, no conservando de entre ellos más que los que
describan las faltas de los gobiernos cristianos. La vida practica, el orden social natural,
el trato de los hombres entre si, la obligación de evitar los malos ejemplos egoístas que
siembran la simiente del mal, y todas las cuestiones parecidas de carácter pedagógico
estarán en primer lugar en el programa de enseñanza, diferente para cada profesión, y
que no generalizara la enseñanza bajo ningún pretexto.
Este sistema de enseñanza tiene una importancia extraordinaria. Cada clase social habrá
de estar educada dentro de estrictos parámetros, según el destino y trabajo que la
aguardan.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Los genios occidentales saben y sabrán elevarse a las clases superiores. Sin embargo,
dejar escalar socialmente a individuos sin valor y permitirles desplazar a aquellos
quienes, por su nacimiento o posición, ocupan los escaños mas altos, es una verdadera
locura. Solo hay que ver el resultado que les ha dado a los cristianos permitir estos
absurdos.
Para conseguir que el gobierno tenga el puesto que le corresponde en el corazón y en el
animo de sus súbditos, es necesario, mientras dure, enseñar al pueblo en las escuelas y
en la plaza publica cual es su importancia y cuales son sus deberes, y como su trabajo se
traduce en el bien del pueblo.
Aboliremos la enseñanza privada. Los alumnos podrán reunirse con sus padres, como
en un ateneo, en las escuelas. Durante reuniones efectuadas en los días de fiesta, los
profesores disertaran sobre el trato de los hombres entre si, las leyes de imitación, los
conflictos provocados por las luchas sin limites, etc.; es decir, que se les adoctrinara,
tanto a los padres como a sus hijos, en las nuevas teorías que aun desconocen. Haremos
de estas teorías un dogma e imán a nuestra fe.
Cuando haya terminado de exponer nuestro plan de acción del presente y el porvenir, os
explicare las bases de estas teorías. En pocas palabras: la experiencia de los siglos nos
dice que los hombres viven y se conducen por ideales que se les inculcan mediante la
educación. Se les puede enseñar a todas las edades si se emplean procedimientos
adecuados. Como es natural, absorberemos y adaptaremos a nuestro provecho el
pensamiento independiente que ya, desde hace tiempo, dirigimos hacia el materialismo.
La represión del pensamiento se ejecuta ya mediante el sistema llamado de enseñanza
por imágenes. Este transforma a los cristianos en animales dóciles que no discurren, que
esperan la representación de las cosas por imágenes para poder comprenderlas.
En Francia, uno de nuestros mejores agentes, burgeois, ha proclamado el nuevo
programa de la educación por imágenes. (en otras traducciones, el nombre que aparece
es bouroy).
Protocolo XVII
Legistas y abogados. Descrédito del clero no judío. Libertad de conciencia.
Destrucción del cristianismo. Plan judío-masónico contra el vaticano. El rey de los
judíos, verdadero papa y patriarca de la iglesia universal. La prensa judía como medio
de desorganización. Organización de la policía. El kahal, modelo de espionaje. Abuso
del poder de los funcionarios.
El sistema judicial produce hombres fríos, crueles, tercos y sin principios que se
conducen siempre impersonalmente dentro de la legalidad. Acostumbran a actuar en
defensa de la sociedad, no por el bien de esta. Defienden a cualquiera y buscan la
absolución del acusado a toda costa, explotando las sutilezas de la jurisprudencia; así,
desmoralizan a los tribunales.
Al permitir el desarrollo de esta profesión dentro de ciertos parámetros, convertiremos a
sus miembros en peones de la ley. Los abogados y jueces no se habrán de comunicar
con sus clientes. Recibirán las causas del tribunal y las analizaran según las memorias y
Los protocolos de los sabios de Sión
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los documentos en los archivos judiciales. Una vez preparados, defenderán a sus
clientes según el interrogatorio del tribunal y cobraran sus honorarios
independientemente del éxito de la defensa. De este modo, se obtendrá una defensa
honesta e imparcial, desligada del interés. Quedara suprimida también la actual práctica
corrupta de que gane el pleito quien paga.
Ya hemos tomado medidas para desacreditar a los sacerdotes cristianos y desorganizar
así una evangelización que nos resultaría molesta. Su influencia sobre el pueblo
disminuye cada día. La libertad de conciencia se proclama por todas partes. Por lo tanto,
estamos a unos pocos años de la ruina de la religión cristiana. De la misma forma,
destruiremos a las demás religiones, pero es aun temprano para hablar de ello.
Acomodaremos al clero en tan estrecho margen que su influencia será nula, comparada
con la que disfrutaba antes.
Cuando llegue el momento de acabar con la corte papal, el dedo de una mano invisible
guiara al pueblo. Entonces apareceremos nosotros mismos en el papel de unos
defensores que no desean el derramamiento de sangre. Por este medio nos
introduciremos en el interior de la iglesia y no saldremos hasta que la hayamos
arruinado completamente.
El rey de los judíos será el verdadero papa del universo, el patriarca de la iglesia
internacional. Mientras no hayamos educado a la juventud en las nuevas creencias de
transición y después en las nuestras, no iremos abiertamente en contra de las iglesias
existentes, sino que lucharemos contra ellas con la crítica, creando disensiones.
Por lo general, nuestra prensa se ocupara de destapar los asuntos de estado, de
desacreditar las religiones y de mostrar la incapacidad de los cristianos en los términos
mas infames. Los denigraremos con el talento de nuestra raza. Nuestro régimen será
como el reino de visnu, de nuestras cien manos cada una tendrá un resorte de la
maquina social.
Lo vigilaremos todo sin la ayuda de la policía oficial, que hemos preparado para
impedirles ver a los gobiernos de los cristianos. En nuestro sistema, un tercio de los
súbditos vigilara a los otros dos tercios por un sentimiento del deber que los pondrá al
servicio del estado.
No será entonces vergonzoso ser espía o delator. Al contrario, será digno de alabanza.
No obstante, las delaciones mal fundadas serán castigadas para evitar abusos
prejuiciosos.
Nuestros agentes habrán de provenir de todas las capas sociales. Los reclutaremos entre
las clases administrativas, entre los que viven con holgura de medios, entre los
profesionales, entre los obreros etc.
La policía, sin autorización para actuar por si misma y, por lo tanto, sin poder, no hará
mas que atestiguar y denunciar. La verificación de sus acusaciones estará a cargo de un
grupo de peritos en asuntos policíacos. Las detenciones serán efectuadas por el cuerpo
de gendarmes y por la policía municipal. Todo aquel que no declare cuanto vea y oiga
en asuntos políticos, será considerado culpable de connivencia o de complicidad
criminal.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Hoy, nuestros hermanos están obligados bajo su responsabilidad, a denunciar ante la
comunidad a los renegados o a toda persona que emprenda cualquier acción contraria a
esa misma comunidad. Asimismo, en nuestro reino universal, será obligado que todos
los súbditos sirvan al estado en dicha forma.
Semejante organización acabara con los abusos de la fuerza, de la corrupción y de todo
lo que nuestros propios consejos y nuestras propias teorías les han inculcado a los
cristianos. ¿como hubiéramos podido meter de otra forma tantos desordenes en su
administración? Aun luego, a aquellos encargados de restablecer el orden se les
permitirá dar rienda suelta a las malas inclinaciones y a los caprichos; se les dejara
abusar de su poder y comprar las conciencias.
Protocolo XVIII
Medidas policíacas. Vigilancia que debe ejercerse sobre los conspiradores. La guardia
del rey de los judíos. Arresto, por la menor sospecha, de los criminales políticos.
Eventualmente, será necesario reforzar las medidas policíacas. Para lograr el
aniquilamiento del prestigio gubernamental a tal efecto, pondremos en vigor el sistema
ruso de la okhrana. Simularemos desordenes y provocaremos manifestaciones de
descontento en boca de buenos oradores. Las personas que se identifiquen con ellos se
les unirán, lo que nos ahorrara el tener que efectuar pesquisas entre los gentiles para
ubicarlos. Así, tampoco tendremos que implementar demasiadas restricciones, ya que
emplearemos los servidores que tendremos entre la policía de los cristianos.
Como la mayoría de los conspiradores obran por amor a la gestión y por el gusto de
charlotear, no los acosaremos mientras se contenten con palabras; nos limitaremos a
introducir espías en sus rangos. Debemos tener presente que el prestigio del poder
disminuye con el número de complots en su contra: esto implica impotencia de parte del
estado o, peor, la injusticia de su fundamento. Ya hemos desprestigiado a la rectores
cristianos con los reiterados asaltos dirigidos por nuestros agentes. Los antedichos
conspiradores son, realmente, borregos de nuestro rebaño.
Sirviéndose de formulas liberales, es muy fácil llevar a los borregos a cometer crímenes.
Basta que nuestras frases tengan matices políticos.
Obligaremos a los gobernantes a reconocer su impotencia al recurrir a las medidas de
seguridad. La okhrana, por ejemplo, será adoptada y así quedara arruinado el prestigio
del poder.
Nuestro soberano estará protegido por una guardia invisible. No admitimos que pueda
oponérsele fuerza superior alguna. Siempre podrá defenderse, jamás deberá huir u
ocultarse. Lo contrario, como en el caso de los cristianos, seria una sentencia de muerte
para la dinastía y hasta para el soberano mismo.
Aparentemente, nuestro soberano se sirve del poder para el bien del pueblo, jamás para
sus ventajas personales o dinastiítas. Por tal, sus súbditos acataran dicho poder; le
idolatraran por creer que el bienestar de cada ciudadano depende de el, ya que de el
dependerá la economía social. Preservar al rey implica el reconocer la debilidad de la
organización gubernamental.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Cuando nuestro rey ande entre el pueblo, ira rodeado de hombres y mujeres que
aparentaran ser simples curiosos. Estas personas habrán de ocupar las primeras filas
alrededor suyo, como por casualidad, y así contendrán a los demás.
Si alguno se esforzara en llegar junto al rey para presentar una suplica, los que estén en
su entorno habrán de acoger la demanda y, delante del solicitante, presentársela al
soberano para que todos sepan de que se trata; asimismo, se consigue publicar que
existe un control del mismo rey. Es conveniente que el pueblo pueda exclamar: ¡si el rey
lo supiera! ¡cuando el rey lo sepa!
Con el establecimiento de la guardia oficial, desaparece el renombre místico del poder.
Cualquier persona audaz se puede apoderar del poder. El faccioso conoce su fuerza y
acecha la ocasión de atentar contra el. Ya hemos visto a donde las más evidentes
medidas de seguridad han llevado a los cristianos.
Encerraremos a cualquier sospechoso. El temor al equivoco no le valdrá de escape a
ningún sospechoso de una ofensa de tipo político; con respecto a estas contravenciones
no tendremos piedad.
Se puede admitir el examen de las causas ordinarias. Sin embargo, no habrá
indulgencias con quienes se mezclen en los asuntos que le atañen exclusivamente al
gobierno. Se sobrentiende que no todos los gobiernos pueden comprender la verdadera
naturaleza de la política.
Protocolo XIX
El derecho de presentar peticiones y proposiciones. represión de los desordenes y
motines. Criminales políticos deshonrados.
No admitimos que las masas se inmiscuyan en la política; estimularemos, en cambio,
cualquier sugerencia que induzca al gobierno a mejorar la calidad de vida. Así
podremos estudiar las fantasías de nuestros súbditos; les replicaremos ya sea con la
consumación de su proyecto o con una refutación sensata que demuestre las fallas de
sus autores. Los partidos políticos no hacen más que ladrarle a la luna: le ladran porque
no saben quienes son ellos ni que es esta ultima. Hay que demostrarles a los perros con
un buen ejemplo la importancia del uno y del otro para que agiten la cola cuando salga
la luna.
Para desprestigiar a sus autores y restarles eficacia a los crímenes políticos, llevaremos a
los acusados por estos delitos al banquillo de los delincuentes vulgares, lo mismo que se
lleva al ladrón, al asesino y a cualquier criminal despreciables. La opinión publica se
embrollara conceptuando estos delitos con los otros y los reconocerá con el mismo
desprecio.
Hasta hoy, hemos obstaculizado a los cristianos cuando han querido aunar los crímenes
políticos a los comunes. Hemos empleado para ello la prensa, las disertaciones y los
tratados antiguos, manejando la historia con habilidad. Les hemos imbuido la idea de
que un condenado por un delito político es un mártir, ya que moría por el bien común.
Semejante propaganda ha acrecentado el número de liberales y miles de cristianos los
ha alistado en nuestro ejército.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Protocolo XX
Principios de la ciencia financiera y de los impuestos. Impuestos progresivos sobre las
fortunas. Impuesto progresivo. El tesoro publico. Tribunal de cuentas. Supresión de los
gastos de representación. Suspensión de la vida económica. Circulación del dinero. La
moneda del porvenir. La administración financiera de los goim. Los actuales
empréstitos de los estados. Los futuros empréstitos de los estados. Valores industriales.
Incapacidad de los gentiles en las finanzas y los impuestos. Consejeros judíomasónicos.
Hablemos del programa financiero, reservado para el final de mi disertación por tratarse
del asunto más intrincado, eminente y decisivo que consideraremos. Al abordarlo, os
recordare que la suma de nuestros actos se resuelve en cifras.
Cuando llegue nuestro momento, el gobierno absoluto evitara, por su propia salud,
recargar de impuestos a las masas; ejecutara así su papel paternalistico. Sin embargo,
como la función gubernamental cuesta cara, es necesario buscar fondos y organizar las
finanzas.
En nuestro gobierno, el rey dispondrá legalmente, por derecho de propiedad, de todo
cuanto se halle en sus estados. podrá, por lo tanto, recurrir a la confiscación de aquellas
fortunas que juzgue necesitar para regular la circulación del dinero. De esto se deduce
que la tributación consistirá principalmente en un impuesto progresivo sobre la
propiedad. Así, los impuestos aumentaran en proporción directa a los bienes. Los ricos
deben poner a la disposición del estado un porcentaje de lo superfluo, ya que el estado
les garantiza el derecho a una ganancia licita.
La revisión de la propiedad evitara toda ganancia ilegal. Esta reforma social ha de venir
desde arriba. Ya ha llegado su momento y se necesita, además, para asegurar la
concordia.
El impuesto sobre el pobre se traduce en germen de revolución: es perjudicial para el
estado, que se consume corriendo tras pequeñas ganancias. además, el impuesto
progresivo sobre el capital aminorara el crecimiento de riquezas particulares. Si hemos
acumulado en la actualidad incontables bienes es para hacerle contrapeso a las fuerzas
del mando cristiano, es decir, a la hacienda del estado. Un impuesto progresivo aportara
una renta mucho más elevada que el tributo actual, que excita los ánimos y multiplica el
descontento entre los cristianos.
La fuerza sobre la que se habrá de apoyar nuestro rey garantizara el equilibrio del poder
y la perpetua concordia. Es indispensable que los capitalistas sacrifiquen una parte de
sus rentas para asegurar el funcionamiento de la maquina gubernamental.
Las necesidades del estado deben de ser costeadas por aquellos que disponen de los
medios para hacerlo. Esta medida acabara con el odio del pobre contra el rico; el
primero vera en el segundo una fuerza financiera útil al estado, el sostén de la paz y la
prosperidad, aquel que provee las normas para obtener estos bienes. además, para que
los contribuyentes de la clase pensante no reciban mayor disgusto por estos impuestos,
se les dacha cuenta del destino de esas sumas, exceptuando las que se distribuyan para
las necesidades del trono y de las instituciones administrativas.
Los protocolos de los sabios de Sión
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La persona reinante no tendrá propiedades personales, puesto que cuanto le pertenece al
estado es también suyo. De no ser así, se suscitarían pugnas; sus rentas personales
anularían los derechos de propiedad sobre los bienes de los demás. Los parientes de la
persona reinante, exceptuando su heredero que estará también sostenido a cargo del
estado, se emplearan como servidores del estado o trabajaran para adquirir el derecho de
propiedad. El privilegio de pertenecer a la familia reinante no debe servir de pretexto
para vivir a costa del tesoro.
Tanto la adquisición de una propiedad como la aceptación de una herencia estarán
gravadas con un derecho progresivo de sellos o estampillas. La transferencia de una
propiedad, sea por venta o por otra causa, no declarada necesariamente nominal, será
castigada con un impuesto de un tanto por ciento a cuenta de su antiguo propietario
desde la fecha en que se hizo la transferencia hasta el día en que sea descubierto el
fraude. Los títulos de transferencia deberán presentarse al tesoro con los nombres,
apellidos y domicilios del antiguo y el nuevo propietario. Este registro será obligatorio a
partir de una cantidad fija que sobrepase los gastos corrientes y cotidianos de
compraventa y no serán gravados más que con un derecho mínimo por cada unidad.
Calculad en cuanto sobrepasaran estos impuestos a las rentas de los estados cristianos.
La caja de los fondos del estado deberá contar con un determinado fondo de reserva, y
todo lo que sobrepase de ese capital habrá de ponerse en circulación. Se organizaran con
estas reservas trabajos públicos y la iniciativa de estos trabajos, que proceden de los
recursos del estado, atraerán a la clase obrera hacia los intereses del estado y hacia las
personas reinantes. Una parte de estas sumas se dedicara a dar primas por los inventos y
la producción.
Aparte de las antedichas sumas, no se conservara ni un céntimo bajo ningún pretexto en
las cajas del estado. El dinero debe circular y toda retención de fondos repercute
perniciosamente en el funcionamiento del mecanismo del estado. El dinero es el
lubricante de las ruedas del estado. Al canjear parte del dinero por valores en papel, se
produce el estancamiento del capital; las consecuencias de esto son suficientemente
conocidas.
Instituiremos también un tribunal de cuentas. El gobierno tendrá en todo momento a su
disposición el estado de ingresos y gastos del estado, salvo las cuentas del mes corriente
y del anterior.
El único individuo que no gana robando las cajas del estado es su propietario, el
gobernante. El habrá de evitar las perdidas y el despilfarro. La representación, con sus
recepciones de etiqueta y pérdida de tiempo, será suprimida. No habrá consideraciones
con quienes, por cuidar sus intereses particulares, se acercan al trono para darle brillo y
pompa.
Hemos producido crisis económicas entre los cristianos con el fin de retirar el dinero de
la circulación. Cuando los grandes capitales se estancan, los estados tienen que recurrir
a las mismas fortunas que han producido el aprieto para obtener dinero. Estos
empréstitos cargan de deudas de intereses a los estados. La concentración de la industria
en manos de los capitalistas ha destrozado a la pequeña empresa y se ha tragado el
empuje del pueblo.
Los protocolos de los sabios de Sión
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La emisión actual de dinero no corresponde a la cifra del consumo por cabeza. No
puede, por lo tanto, satisfacer todas las necesidades de los obreros. Las tiradas de dinero
deben guardar relación con el crecimiento de la población, incluyendo a los niños, que
son consumidores.
La revisión del cuño de la moneda es esencial en el mundo entero. La mudanza del
patrón oro fue perjudicial para los estados que lo adoptaron porque no puede satisfacer
al consumo. Ya hemos retirado de la circulación casi todo el oro.
Debemos implantar una moneda en base al trabajo, ya sea de papel o de madera.
Imprimiremos dinero según las necesidades naturales de cada sujeto, regulando la
cantidad en función de los nacimientos y las defunciones. Cada departamento, cada
barrio, llevara a tal efecto sus cuentas.
Para evitar que se retrase la entrega de dinero al estado, las sumas y la fecha de su
entrega estarán fijadas por decreto del gobierno. Así se evitan también los favoritismos
regionales por parte del ministerio de hacienda. Las cuentas de gastos e ingresos se
presentaran siempre juntas para su debida comparación.
Presentaremos estas reformas que proyectamos en forma que no alarmen a nadie.
Haremos ver la necesidad de las reformas como consecuencia de los desordenes
financieros de los cristianos.
El primer desorden, les diremos, consiste en aprobar un presupuesto que aumenta de
año en año. Este presupuesto cubre gastos hasta la mitad del año. Entonces se solicita un
presupuesto rectificado que se malgasta en tres meses. después se reclama un
presupuesto suplementario. Esto termina con un presupuesto de liquidación. Y como el
presupuesto del siguiente año se aprueba según el total del presupuesto general, el
déficit normal anual es del 50% y el presupuesto anual se triplica cada diez años.
A causa de estos procedimientos, los cofres de los estados cristianos están vacíos. Los
empréstitos los han llevado a la bancarrota. Los empréstitos exponen la debilidad de los
estados y el desconocimiento de sus facultades.
Como la espada de Damocles, los empréstitos están suspendidos sobre las cabezas de
los gobernantes. Estos, en vez de aplicarles a sus súbditos impuestos temporales, vienen
a pedirles préstamos a nuestros banqueros.
Los empréstitos extranjeros son sanguijuelas de los estados. Si los estados cristianos no
se las arrancan, acaban pereciendo a causa de la sangría que se han impuesto.
En realidad, ¿que representa un empréstito y sobre todo un empréstito exterior? El
préstamo conlleva la obligación de pagar los intereses de la suma admitida en un tiempo
determinado. Si el empréstito se ha hecho a un 5% de interés en 20 años, el estado ha
pagado un interés igual al empréstito. En 40 años habrá pagado el doble, en 60 años el
triple, y la deuda queda siempre sin pagar.
De may que, bajo la forma de impuesto individual, el estado les quita a los
contribuyentes pobres para pagarles a los prestamistas extranjeros ricos. De haber
Los protocolos de los sabios de Sión
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reunido las riquezas nacionales para sostener sus necesidades, no habría tenido
necesidad de pagar intereses.
Cuando los empréstitos eran interiores, se mudaba simplemente el dinero del bolsillo
del pobre al del rico. Sin embargo, una vez corrompidas aquellas personas que fue
menester, dirigimos los empréstitos al extranjero. Desde entonces, las riquezas de los
estados pasan a nuestras cajas y los cristianos nos pagan tributo.
En lo que concierne a los negocios del estado, la ligereza de los cristianos, la
corruptibilidad de los ministros y la falta de conocimiento sobre hacienda de los
gobernantes han llenado a los países de obligaciones. Ya no pueden restituir las deudas.
Lograr esto, nos ha costado grandes esfuerzos y mucho dinero.
No toleraremos que se inmovilice el dinero. Por tal, no habrá obligaciones sobre el
estado. Se exceptuaran algunos compromisos al 1% a fin de evitar que el pago de
intereses alimente la voracidad de las sanguijuelas.
podrán emitir bonos las compañías comerciales capaces de pagar los intereses con sus
beneficios. Estas empresas emplean el dinero productivamente, mientras que el estado
gasta el dinero prestado sin crear ningún beneficio (lo toma para gastarlo, no para
hacerlo producir).
Los valores industriales serán comprados por el mismo gobierno que, de deudor, se
transformara en acreedor y no tendrá ya que pagar intereses. Dicha medida acabara con
la parálisis, la indolencia y la pereza que explotamos mientras los cristianos fueron
independientes.
¡cuan evidente es la sinrazón en los cerebros primitivos de los cristianos! Nos toman
dinero a interés sin pensar que, tarde o temprano, tendrán que pagarnos con los recursos
del país. Parece que no entienden que habrán de devolvernos el capital prestado mas los
intereses. ¡saldrían mejor tomando el dinero que necesitan directamente del
contribuyente! Esto evidencia una sagacidad muy superior de nuestras parte: les hemos
presentado el negocio de los empréstitos de tal manera que lo creen ventajoso para si...
Cuando llegue el momento, presentaremos cálculos claros y certeros que demostraran la
utilidad de nuestras innovaciones. Esto será posible gracias a la experiencia de los siglos
que hemos vivido en los estados cristianos. Entonces se le pondrá fin a los abusos,
gracias a los cuales teníamos a los cristianos bajo nuestro poder. Formularemos un
sistema de cuentas exactas que no le permita ni al gobernante ni al más modesto
funcionario desviar fondos sin que se note, ya sea para si o para destinarlos a proyectos
que no hayamos indicado.
No se puede gobernar sin tener un plan definido. Hasta quienes siguen un camino
seguro, pero sin un plan de acción, se pierden en el camino. Aconsejados por nosotros
mismos, los gobernantes cristianos desatendían los asuntos de estado. Perdían su tiempo
en recepciones, cuestiones de etiqueta y diversiones. Los volvimos reflejos de nuestro
gobierno oculto. Los datos que presentaban sus delegados estaban fabricados por
nuestros agentes con el fin de satisfacer a los menos sagaces con promesas de un
provechoso porvenir. Les decíamos que harían economías con nuevos empréstitos. Y no
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nos reclamaban nada. Fijaos bien a lo que les ha conducido su despreocupación, a que
desorden financiero han llevado el esfuerzo de sus pueblos.
Protocolo XXI
empréstitos nacionales. Deudas del estado e impuestos. Conversiones y baja de los
intereses en los empréstitos nacionales. Insolvencia del estado. Consolidación de los
empréstitos nacionales. Rentas perpetuas. Supresión de la bolsa de valores. Tasa de los
precios de los valores comerciales.
Añadiré a lo que os he dicho anteriormente una explicación detallada de lo que son los
empréstitos interiores. Sobre los empréstitos exteriores no diré nada más, ya que han
llenado nuestras cajas con el dinero nacional de los cristianos. Nuestro gobierno
universal no tendrá vecinos a quienes prestar dinero.
Nos hemos valido de la corrupción de los administradores y de la negligencia de los
gobernantes para recibir cantidades dobles, triples y aun mayores, prestando a los
gobiernos de los cristianos el dinero que no necesitaban. ¿quien podría hacer lo mismo
contra nosotros? Por tal, no expondré pormenorizadamente más que los impuestos
interiores.
Cuando se lanza un gravamen interior, el estado abre una suscripción para la compra de
sus obligaciones. Crea acciones de valor nominal reducido, a la vez que les facilita una
bonificación, por debajo de la par, a los primeros suscriptores. Al siguiente, día se
produce un alza ficticia en la cotización, bajo el pretexto de que todos desean esas
acciones. Algunos días mas tarde, las cajas del tesoro están, según ellos dicen, atestadas,
y no saben donde colocar el dinero. ¿para que entonces pedirlo? La suscripción
sobrepasa varias veces la emisión del empréstito: tal es la confianza que inspiran las
emisiones del gobierno. Pero después que se ha representado la comedia, se encuentran
ante un pasivo muy numeroso que se acaba de formar.
Para pagar los intereses, se debe recurrir a nuevos empréstitos que no absorben, sino que
aumentan, la deuda principal. Cuando el crédito se ha agotado, son necesarios nuevos
impuestos, no para cubrir el empréstito, sino solamente sus intereses. Estos impuestos
son un nuevo pasivo destinado a cubrir el pasivo... Y así sucesivamente. después vienen
las conversiones, que disminuyen solamente el pago de los intereses sin liquidar las
deudas, que no pueden aprobarse sin el consentimiento de los prestamistas.
Al anunciar una conversión, se propone devolverles el dinero a quienes no quieran
convertir sus valores. Si todos los inversionistas optaran por la devolución, los
gobiernos se verían cogidos en sus propias redes, sin poder pagar el dinero que ofrecen.
Felizmente, los súbditos de los gobiernos cristianos, poco versados en asuntos de
hacienda, han preferido siempre las perdidas en bolsa, y una baja en sus intereses, a
correr el riesgo de nuevas colocaciones de dinero, con lo cual les han dado posibilidades
a los gobiernos de deshacerse de un pasivo de varios millones.
Con las deudas exteriores, los cristianos no se atreven a hacer nada parecido porque
saben que reclamaríamos todo nuestro dinero. Una bancarrota así reconocida, le
demostraría definitivamente al país la ausencia de unión entre el pueblo y sus gobiernos.
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Prestadle atención al siguiente hecho: en el día de hoy, todos los empréstitos interiores
están consolidados por deudas que se designan con el nombre de flotantes, es decir, por
deudas cuyos pagos son a fechas más o menos cercanas. Estas deudas proceden del
dinero ingresado en las cajas de ahorro y en los fondos de reserva. Como estos fondos
quedan por mucho tiempo en manos de los gobiernos, se evaporan al pagar los intereses
de los empréstitos exteriores y en su lugar colocan una suma equivalente en depósitos
de renta. Estos depósitos son los que tapan todos los huecos en las cajas del estado de
los cristianos.
Cuando subamos al trono del mundo, todos estos trucos de hacienda serán abolidos, sin
dejar rastro, porque no responden a nuestros intereses. Suprimiremos igualmente todas
las bolsas de fondos públicos, porque no admitiremos que el prestigio de nuestro poder
se tambalee por las alzas y bajas de nuestros valores. Estos serán declarados por ley al
precio de su valor completo, sin fluctuaciones posibles. El alza da lugar a la baja y así es
como al principio de nuestra campaña hemos jugado con los valores de los cristianos.
Reemplazaremos las bolsas por grandes establecimientos de crédito especial, cuyo
destino será tasar los valores industriales según los proyectos del gobierno. Estos
establecimientos estarán capacitados para llevar al mercado títulos por valor de millones
o comprarlos en un solo día. De este modo, todas las empresas industriales dependerán
de nosotros. podéis imaginar que poder adquiriremos de este modo.
Protocolo XXII
El misterio de los tiempos. Plan judío político y financiero. El oro milenario, base de la
prosperidad futura. Poder de los judíos por encima de los pueblos y de dios.
Con todo lo que hasta ahora llevo expuesto me he esforzado para mostraros el secreto
de los acontecimientos pasados y presentes. Os he mostrado el secreto de vuestras
relaciones con los cristianos y de nuestras operaciones financieras. Poco me queda por
deciros ya sobre este asunto.
Tenemos en nuestras manos la mayor fuerza del mundo, el oro, y podemos en dos días
retirar de nuestros depósitos todo el que queramos. ¿necesitáis aun mas para ver
demostrado que nuestro gobierno es el predestinado por dios? Es la mejor manera de
hacer ver, por esas inmensas riquezas, que todo el mal que nos hemos visto obligados a
hacer durante tantos siglos ha servido al fin para llegar al verdadero bien, para poner
todo en orden. De hache proviene la confusión sobre las nociones del bien y del mal. El
orden será restablecido empleando, sin duda, la violencia; pero al fin quedara
restablecido. Sabemos probar que somos bienhechores de la humanidad; nosotros que
hemos hecho al mundo torturado el verdadero bien de darle la libertad al individuo, que
podrá gozar de descanso; la paz, la dignidad en las relaciones; a condición, se entiende,
de respetar las leyes establecidas por nosotros.
Aclararemos, en un momento dado, que no hay libertad en el anarquía ni derecho en la
licencia; ni la rectitud, ni la fuerza facultan al hombre a proclamar principios
destructivos como son, por ejemplo, la libertad de conciencia y la igualdad; tampoco
tiene un individuo derecho a enaltecerse y a arrastrar a los demás con sus talentos
oratorios durante asambleas tumultuosas. La verdadera libertad consiste en la
inviolabilidad de la persona que observa honrada y exactamente todas las leyes de la
Los protocolos de los sabios de Sión
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vida en común; la dignidad en la conciencia de sus derechos y juntamente de sus
deberes y de los derechos de que carece, y no solo en el desarrollo ilusorio y fantástico
del tema de su yo.
Nuestro dominio será celebre por su poder, porque administrara y dirigirá sin llevarse de
lideres ni de oradores que proclamen conceptos falsos (esos cacareados grandes
principios que no son mas que utopías).nuestro poder será el arbitro del orden, que es el
único que hace la felicidad de los pueblos, y de los hombres. La brillantez de nuestro
poder producirá una adoración mística en el pueblo. La fuerza legítima no transige ante
ningún derecho, ni siquiera el divino; nadie osara impugnarnos un ápice de poder.
Protocolo XXIII
Limitación en la producción de los objetos de lujo. Restablecimiento de la industria
domestica. La huelga. Prohibición de emborracharse. El mundo actual perecerá por la
anarquía, pero el rey de los judíos la resucitara. El rey de los judíos es un elegido de
dios.
Para habituar a los pueblos a obedecer, hay que implantar en ellos la modestia con la
correspondiente disminución del lujo y sus elementos asociados. De ese modo, se
lograra componer las costumbres pervertidas en la rivalidad de la ostentación.
Restableceremos la pequeña industria para rivalizar con los capitales particulares de las
grandes empresas. Esto es indispensable porque los grandes fabricantes dirigen muchas
veces, sin darse cuenta, el ánimo de las masas contra el gobierno. Un pueblo que se
dedica al pequeño negocio no conoce las huelgas, valora el orden y, por consiguiente, la
fuerza del poder. Los desocupados son los más peligrosos para el gobierno.
En cuanto nos hagamos del poder, la embriaguez será prohibida por fuerza de ley y
sancionada como un crimen contra la humanidad. Aquellos que se dan a tal vicio se
bestial izan con el uso del alcohol.
Los súbditos, repito, obedecen ciegamente a una mano firme y misteriosa,
completamente independiente de ellos en la que ven una espada para defenderlos y una
defensa contra las calamidades sociales. ¿que necesidad tienen de ver en su rey un
ángel? Es preferible que descubran en el la personificación de la fuerza y el poder.
Un soberano habrá de desplazar a los gobernantes actuales. Estos mandatarios se tienen
que desenvolver en las sociedades desmoralizadas por nosotros, en cuyo seno aparece
por todas partes el fuego de la anarquía. Han tenido que renegar hasta del poder de dios.
El citado soberano deberá, ante todo, apagar este fuego devorador. Para ello, se vera
obligado a ahogar en su propia sangre a los colectivos vigentes; luego, los hará resucitar
bajo la forma de un ejercito organizado que luche conscientemente contra todo germen
capaz de infectar el organismo estatal. Este elegido de dios llegara designado desde lo
alto para resquebrajar las fuerzas de la insensatez, siempre movidas por el instinto, la
brutalidad y la inhumanidad.
Estas fuerzas son las que imperan en el presente. Roban y cometen toda clase de
atropellos en nombre de la libertad y los derechos. Han destruido el orden social para
Los protocolos de los sabios de Sión
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ayudarnos a levantar de sus ruinas el trono del rey de Israel. No obstante, su
intervención habrá de finalizar desde el momento en que el rey de Israel ascienda al
trono.
Entonces habrá que barrerlos del trayecto de nuestro rey. El no habrá de hallar ningún
estorbo. Luego les podremos decir a los pueblos: dad gracias a dios e inclinaos delante
del predestinado, hacia quien el mismísimo dios ha acarreado una estrella; tan solo el, el
designado por el todopoderoso, puede preservaros del mal.
Protocolo XIV
Como se debe afirmar la dominación del rey de la casa de David. Supresión de las
herencias naturales. El rey de los judíos y sus tres consejeros. El rey de los judíos,
encarnación del destino. Valor moral del rey de los judíos.
He hache como garantizar la dinastía del rey: debemos mantener aquellos principios
mediante los cuales nuestros sabios dirigen todos los asuntos mundiales.
Algunos elegidos de la raza de David alistaran a los reyes y a sus sucesores,
escogiéndolos sin miramientos al derecho hereditario, atendiendo solamente a las
aptitudes superiores de estos; los iniciaran en los secretos de la política y en los planes
de gobierno, sin que nadie conozca dichos secretos. Se habrá de obrar así para que se
entienda que el gobierno no se le puede confiar a los no iniciados en estos misterios.
Los designados serán adiestrados en la aplicación de los planes políticos, serán
instruidos con la experiencia acumulada por nuestra gente durante siglos, serán
adoctrinados respecto a las conclusiones sobre leyes político-económicas y ciencias
sociales; en pocas palabras, se les enseñara cuanto la naturaleza ha establecido para
regular el trato con el hombre.
Los herederos directos serán excluidos del trono si, durante su adiestramiento, se
muestran imprudentes, bondadosos o poseedores de cualidades perniciosas que
incapaciten para gobernar. Solamente aquellos que sean capaces de gobernar con
firmeza, que sean inflexibles hasta la crueldad, recibirán las riendas del gobierno de
manos de nuestros sabios. En caso de cualquier enfermedad que ocasione debilitamiento
de la voluntad, los reyes deberán, por ley, poner el gobierno en otras manos mejor
capacitadas para mandar.
Los proyectos de acción del rey, sus planes inmediatos y, sobre todo, sus intenciones
futuras serán desconocidos aun de sus primeros consejeros. Solamente el rey y sus tres
iniciadores tendrán conocimiento de los planes para el porvenir. En la persona del rey,
dueño de si mismo y de la humanidad, gracias a una voluntad inquebrantable, todos
creerán ver el destino con sus caminos desconocidos. Como nadie habrá de saber lo que
el rey pretenda con sus ordenes, nadie propondrá desviarse por un camino aventurado.
Es necesario, naturalmente, que la inteligencia del rey responda al plan de gobierno que
se le ha confiado. Por eso no subirá al trono hasta que haya sido puesto a prueba por los
sabios que hemos mencionado.
Los protocolos de los sabios de Sión
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Con el fin de que el pueblo conozca y ame a su rey, es necesario que el primero se
relacione con el segundo en los lugares públicos. Estos encuentros producen la unión
imprescindible de las fuerzas que hemos dividido previamente por medio del terror. El
terror es indispensable al principio para que las diversas facciones caigan
separadamente bajo nuestro poder e influencia.
El rey de los judíos no debe someterse a sus pasiones, especialmente a la voluptuosidad.
No debe consentir jamás a que sus instintos animales dominen su inteligencia. La
voluptuosidad obra perjuiciosamente sobre las facultades intelectuales y la claridad de
miras, distrayendo el pensamiento con consideraciones puramente groseras.
Como el pilar de la humanidad que deber ser, el soberano universal de la santa simiente
de David ha de sacrificar por su pueblo y por su bien, todos sus gustos y antojos
personales. Nuestro soberano habrá de ser de una irreprochabilidad ejemplar.
(firmas: representantes de Sion del grado 33.)

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